Aunque parezca mentira, a lo largo de historia la Copa del Mundo se ha perdido en dos ocasiones. La primera sucedió en Inglaterra; previo al Mundial de 1966. El trofeo Jules Rimet, que se le entregó a cada país campeón del mundo desde 1930, desapareció de una bóveda de un banco de Londres sin rastro alguno.
El escándalo fue tal que la policía londinense desplegó un operativo gigantesco para hallar la Copa del Mundo. A pesar de que se halló al responsable, éste resultó ser un farsante y finalmente, siete días después, el perro de un ciudadano inglés logró lo que los efectivos policiales no pudieron: Pickles (nombre del can) halló la codiciada copa envuelta en papel en medio de un jardín.
Dicho trofeo solo se disputaría en dos mundiales más. Como dictan las reglas, luego de que Brasil se convirtiera en la primera selección en la historia en conseguir ganar el Mundial por tercera vez, se le entregó la copa Jules Rimet para que la conserve de manera perenne.
No obstante, actualmente dicho trofeo no permanece en las vitrinas de la Confederación Brasileña de Fútbol. En 1983 se perpetuó un robo en las instalaciones de la CBF y el mítico Jules Rimet se volvió a extraviar; esta vez a manos de unos ladrones locales que no respetaron un trofeo catalogado como patrimonio del país.
A los pocos días, capturaron a Antonio Setta, conocido en ese entonces como el ladrón más peligroso de cajas fuertes de todo Brasil. No obstante, dicho personaje negó las acusaciones y alegó ser incapaz de perpetuar un hecho semejante, puesto que aquella vez que Brasil ganó su tercera copa, su hermano murió de un infarto.
Un argentino, el sospechoso
Sin embargo, a pesar de que creyeron en las declaraciones de Setta, las interrogaciones y las confesiones de otros ladrones involucrados derivaron a un nuevo sospechoso: Juan Hernández. Este personaje no tenía nacionalidad brasileña, sino que había llegado al país de la samba proveniente de Argentina y era un conocido joyero y el principal vendedor de oro robado de todo Brasil.
Murillo Bernardes Miguel (84), encargado de encontrar el trofeo robado, logró capturar en ese entonces al argentino. Y si bien, éste negó en todo momento haber cometido el delito, un pequeño gesto lo reveló como el autor de la fechoría. «Le dije que para los brasileños era una bofetada que un argentino haya convertido la Copa en lingotes de oro. Entonces vi que en su rostro se dibujaba una sonrisa. Ese momento fue la prueba de que lo había hecho», manifestó el investigador para la BBC de Londres.
Juan Hernández fue sentenciado a prisión en 1984 y a pesar que el Jules Rimet nunca apareció, este continuó negando ser quién robó la preciada copa. Años después, el argentino saldría en libertad y terminaría en Francia, en donde según prensa argentina, volvió a terminar preso por delitos relacionados a las drogas.
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