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Una intervención policial en El Agustino destapó una de las redes criminales más peligrosas que operaban en Lima. La mochila de Joshua Lipa Montes, mototaxista de 30 años, contenía un arsenal impresionante: pistolas, fusiles, cacerinas y un kit de conversión para transformar armas de fuego en subfusiles. Esta incautación no solo expuso el poder destructivo de la organización criminal Los Chukys, sino también la extorsión que sufrían las empresas de transporte público de la ciudad, cuyos trabajadores vivían bajo constante amenaza.

La captura de Lipa, conocida en el ámbito del crimen organizado, revela cómo su grupo se infiltró en el sistema de transporte público de Lima, acosando a los conductores y empresarios con amenazas de muerte. «Te voy a meter plomo», era una de las frases con las que los extorsionadores presionaban a sus víctimas, exigiendo el pago de fuertes sumas para garantizar su seguridad. Con la amenaza de ataques armados, Los Chukys mantenían un imperio de terror que involucraba no solo a mototaxistas, sino a empresarios y pasajeros.

Según los testimonios de los conductores de buses, la violencia de la organización llegó a tales extremos que los empleados ya no sabían si subirse a un bus o tomar una moto representaba un riesgo de muerte. Los delincuentes, con la colaboración de cómplices como Jackeline Cáceres, quien vigilaba las rutas de los buses, lograron operar con impunidad durante meses, cambiando constantemente de números de teléfono y utilizando cuentas bancarias para transferir el dinero de las extorsiones.

La operación de la Policía Nacional, que incluyó el rastreo de más de diez cuentas vinculadas a las actividades ilícitas de Los Chukys, permitió identificar y desarticular la organización. Con la captura de varios de sus miembros, entre ellos Lipa, el panorama de inseguridad que aquejaba a las empresas de transporte público ha dado un paso hacia su resolución.

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