En el tejido de la vida, a menudo nos encontramos con personas cuya fortaleza y determinación desafían todas las probabilidades. Estas son las historias de tres mujeres y madres excepcionales, Marcia, Lucy y María, cuyos caminos se cruzan con la discapacidad, el amor maternal y la lucha constante por un futuro mejor para sus hijos.
Acompáñanos en este recorrido realizado en el distrito de San Juan de Lurigancho, donde podrá conocer el verdadero significado de la valentía y el amor inquebrantable.
Desde una edad temprana, Marcia Piscoya enfrentó un desafío abrumador: la retinitis pigmentosa, una condición que eventualmente la privaría de la vista y así fue. Marcia revela que tenía 18 años cuando se enteró de tal noticia.
«Cuando fui al oftalmólogo me dijo tú tienes retinitis pigmentaria y encontré respuesta a por qué me pasaba todo. En las noches ya no podía ver, tampoco podía ver por la parte lateral de los ojos y me deprimí mucho […] Estuve deprimida hasta los 26 años masomenos», dice Marcia.
Conforme pasaban los meses, la visión de Marcia iba disminuyendo, tal cual el diagnóstico que le habían dado. Ella sentía la necesidad de buscar ayuda profesional para aceptar que un día dejaría de diferenciar la mañana de la noche. En su búsqueda se cruzó con más de un episodio de acoso.
«Fui a un psicólogo de una parroquia […] Estábamos solos en su consultorio y me pregunta qué haría si mi mamá estuviera a mi lado y le digo que la abrazaría. Entonces, me pide que lo abrace como si él fuera mi madre y me sentí incómoda, no sabía si me podía violentar sexualmente porque las puertas estaban cerradas […] Luego me dijo que me podía dar trabajo, pero a cambio tenía que darle cariño […] Le seguí la corriente por temor y le dije que en la siguiente cita le daba la respuesta. Nunca más regresé», expresa la joven madre.
El temor aumentó en la vida de Marcia, hasta que alrededor de los 25 años, conoció el Centro de rehabilitación de ciegos de Lima (Cercil). Todos los días partía desde la Asociación Popular Virgen del Carmen en el distrito de San Juan de Lurigancho a Surco. Ahí conoció a más personas en su misma condición que la ayudaron a visualizar todas las oportunidades que tenía para seguir adelante.
Ese mismo año, conoció a quien sería el padre de su hijo, un joven venezolano con quien tuvo una relación sentimental, pero que al enterarse del embarazo de Marcia, decidió desaparecer.
A pesar de todo, con el nacimiento de su hijo, Yusef, Marcia encontró una nueva razón para enfrentar la vida con valentía. La madre de Marcia, Rossana la acompaña a todos lados. convirtiéndose en su cómplice y ahora su principal admiradora, pues Marcia ha decidido convertirse en la fuente de ingresos de su hijo y sus padres adulto mayores.
Los fines de semana sale de San Juan de Lurigancho hasta Miraflores, donde ofrece pulseras artesanales, hechas con paciencia, dedicación y con la esperanza de mejorar la calidad de vida de aquellos que le han devuelto el sentido a su vida. La joven madre espera que cuando Yusef crezca, pueda encontrar en ella un ejemplo de inspiración y que al verla, recuerde que a pesar de las dificultades, él puede levantarse.
A pesar de los obstáculos, Marcia se embarcó en un viaje emprendedor, creando pulseras artesanales para asegurar un futuro prometedor para su familia.
La llegada de Romy transformó la vida de Lucy Ballardo en un viaje de amor incondicional y superación. Diagnosticada con síndrome de Down al nacer, Romy se convirtió en el centro del universo de Lucy, quien la guió con amor y dedicación en cada paso del camino.
«Nació mi hija y uno de los doctores y enfermeras que estaban ahí, dijeron «Ohhh» y ses asustaron. Yo me asusté y les pregunté ¿qué pasa? Y me dijeron que luego el doctor iba a hablar conmigo […] Entró la genetista y me dijo que había nacido una niña hermosa y sana, pero lo único que tenía era síndrome de down», revela Lucy.
Lucy se nubló, pero la doctora que la atendió le dijo una frase que jamás olvidará.
«Me dijo, con los ojos que usted la mire, con esos mismos ojos la mirará el mundo […] Pedí que me la trajeran y al solo verla mi corazón se llenó de amor. La amé desde el primer día que la vi», agregó la madre de Romy.
Juntas enfrentaron diversos episodios de discriminación por parte de profesores que en vez de ayudar al desarrollo de Romy, solo ponían obstáculos en su camino. Triste, pero decidida, Lucy reforzó sus propósitos como madre.
«Me decían que Romy no aprendía y no estaba al nivel de los otros niños en las clases de marinera y la mantenían por varios meses en el nivel básico. La profesora me decía que ningún niño quería bailar con Romy, pero cuando preguntamos, tres niños estaban felices de bailar con ella. Esto sirvió para que Romy se esmere hoy cuente con más de 30 concursos ganados en marinera de su categoría», precisó Ballardo.
A través de la música, el baile y el coraje, Romy se convirtió en una inspiración para todos los que la rodeaban, demostrando que el amor maternal puede superar cualquier obstáculo. Juntas, madre e hija, desafiaron las expectativas conquistando podios y corazones con su espíritu indomable.
La joven de 25 años cuenta con un emprendimiento de postres y es «Delicias de Romy», en el jirón Los Naranjos 124, Canto Grande, en San Juan de Lurigancho. Pero además, desde hace unos días, la excampeona de marinera, ha logrado una de las metas que se propuso desde muy joven y es insertarse al mundo laboral.
El corazón de Lucy está lleno de orgullo y tranquilidad. A la fecha, la madre de 70 años siente que el trabajo que realizó durante años, finalmente ha dado frutos, pues uno de sus mayores temores era pensar en qué sucederá con Romy cuando ella ya no pueda acompañarla más. Hoy en día ese pensamiento ya no le causa angustia, pues Romy se ha demostrado a sí misma que las barreras solo están en el pensamiento.
Para María Abad Amaningo, la maternidad siempre fue un sueño acariciado, pero también un desafío monumental. Criando a tres hijas como madre soltera y enfrentando la discapacidad visual, María personifica la fuerza y la determinación en su lucha diaria por un mejor futuro.
Desde vender caramelos en las calles hasta trabajar incansablemente para sostener a su familia, María demuestra que el amor maternal trasciende las barreras físicas y sociales. Su deseo más profundo es reunir a sus hijas y sentir su afecto, un anhelo que impulsa su perseverancia en cada paso que da.
Estas tres historias son testamentos vivientes del poder del amor maternal y la valentía humana. A través de la adversidad y los desafíos, Marcia, Lucy y María enfrentan la vida con una determinación inquebrantable, inspirando a todos los que las rodean con su fuerza y resiliencia.
Sus historias nos recuerdan que, incluso en la oscuridad más profunda, el amor maternal brilla como una luz guía, iluminando el camino hacia un futuro lleno de esperanza y posibilidades. En sus corazones late el legado eterno de madres que desafían las probabilidades para forjar un mundo mejor para sus hijos.
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