Punto Final ha destapado detalles impactantes sobre el secuestro de la empresaria Jackeline Salazar Flores, que ha conmocionado a la comunidad. A través de la revisión de siete líneas telefónicas, los agentes de la División Antisecuestros de la La Dirección de Investigación Criminal (Dirincri) lograron rastrear y capturar a los secuestradores. Entre estos teléfonos, el de Jesús Abraham Victorio Vallejos resultó ser crucial para la investigación, revelando la implicación de nuevas figuras en esta compleja trama criminal.
Jesús Abraham Victorio Vallejos, de 24 años, miembro de la Barra Brava de Universitario, se vio involucrado en actividades criminales cuando conoció a Erick Moreno Hernández, alias el «Monstruo», y a Adán Lucano Cotrina, alias «El Jorobado». Según su declaración, estos delincuentes financiaban enfrentamientos entre bandas y controlaban extorsiones en Lima Norte.
En mayo de 2024, Jesús fue contactado por un miembro encarcelado de la Barra Brava desde Argentina, lo que intensificó su involucramiento con el «Monstruo». Su participación escaló cuando recibió órdenes para colocar cargas de dinamita en locales comerciales cuyos dueños se negaban a pagar cupos.
Antes del secuestro de Jackeline Salazar, Jesús Abraham recibió una llamada del «Monstruo», quien le ordenó no interferir en las negociaciones relacionadas a la joven, esto debido a que Jesús había reconocido que Jorge Salazar, padre de la empresaria, pertenecía a su círculo familiar.
Jesús Victorio señala en su declaración que creyó que solo se trataba de una extorsión a la familia del empresario Salazar. Sin embargo, 7 días después, el 13 de mayo, Jaqueline fue secuestrada en Los Olivos.
Pero cinco días después, cuando Jackeline continuaba en cautiverio, Jesús Victorio Vallejos recibió a través de un número de teléfono con código del extranjero una llamada de parte de el «Monstruo», diciéndole:
«Hay un chato que le está interrumpiendo en las negociaciones. Y yo le dije que era mi papá debido a su preocupación por ser su sobrina, ya que su conviviente es tía directa de la secuestrada. Me dijo que él sabía todo lo que estaba pasando, solicitándome el número de mi padre para decirle que no se meta e incluso me le puse medio bravo porque se estaban metiendo con mi papá«, se lee en la declaración de Jesús a la Dirincri.
Pero, además de las llamadas, también están las conversaciones por WhatsApp que Jesús Abraham Victorio Vallejos tuvo con un número de teléfono con código de Argentina. Según el análisis de los peritos, este número fue utilizado por el «Monstruo» para contactar al hijo del empresario dueño de la funeraria.
Los mensajes intercambiados entre ambos muestran la presión para obtener el rescate y las dificultades en las negociaciones. En una de las conversaciones, el «Monstruo» expresó su frustración por la falta de dinero, y Jesús mencionó que el tío de Jackeline había hipotecado su casa para reunir el rescate.
Pero en este punto de la historia, se revela la participación de un nuevo personaje: las coordinaciones que realizaba Jesús Victorio con una persona que utilizaba el seudónimo de «Amororo».
Conversación del 22 de mayo, dos días antes de la liberación de Jackeline Salazar:
La captura a la que se referían en la conversación era la del allanamiento a un bunker de extorsionadores ubicado a pocas cuadras del gimnasio de la empresaria Jackeline Salazar.
La noche en que la empresaria fue liberada, Jesús Victorio le envía a «Amororo» la imagen del rescate. «Amororo» responde lo siguiente:
Las investigaciones identificaron, además, que Maribel López Sánchez, expareja del «Monstruo», recibió parte del dinero del rescate y que la esposa de Jesús Victorio Vallejos, Rosario Villareal, alias «Amororo», según las conversaciones que acabamos de revelar, tenía conocimiento de la participación del padre de su hija en el secuestro de la empresaria.
El poder del «Monstruo» comenzó a desmoronarse con la captura de sus cómplices, incluyendo a George López Saavedra, alias «Brandon», quien asumió el rol de sicario tras la detención de ‘Loco Jhon’, el brazo armado de Erick Moreno Hernández.
Este sicario incluso proporcionó la pista clave para identificar a «Cheto», uno de los secuestradores de Jaqueline. Ahora, ninguno de sus escasos cómplices en libertad quiere tener contacto con Erick Moreno Hernández porque saben que es uno de los delincuentes más buscados, no solo por la Policía, sino también por los líderes de las bandas rivales.
La última ubicación conocida de el «Monstruo» fue en Santa Cruz, Bolivia. Ahora se ve obligado a esconderse, consciente de que hay una recompensa de S/ 100 mil por su captura, una suma que incluso sus aliados buscan cobrar.
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