Tessa Hansen-Smith, una joven de 25 años que reside en Fresco, California, captó la atención en redes sociales tras hablar sobre cómo vive con la urticaria acuagénica, es decir, con alergia al agua.
Según su testimonio contado en la cuenta de Instagram @livingwaterless (traducido al español: viviendo sin agua), es alérgica a sus propias lágrimas, saliva y sudor. Incluso, beber agua le provoca ardor en la garganta.
Tessa se sometió a diversos tratamientos y debe tomar leche para reemplazar al líquido tan básico para los seres vivos.
“Es una enfermedad realmente difícil, ya que incluso soy alérgica a mis propias lágrimas, saliva y sudor. Soy muy propensa al agotamiento por calor y tengo que evitar la actividad física. Incluso tengo que ser transportada por mi campus en la universidad porque, de lo contrario, llego a clase con fiebre, migraña y erupciones, lo que hace que sea muy difícil concentrarme”, expresa Tessa en un post que realizó meses atrás.
“Sufro de mucha fatiga muscular y náuseas también; la enfermedad generalmente es causada por comer algo con mucha agua en alimentos como algunas frutas y verduras. Incluso beber agua puede causarme cortes en la lengua”, señala la joven, que toma actualmente nueve pastillas al día con la esperanza de mantener estable su enfermedad.
Smith desarrolló la alergia al agua cuando tenía aproximadamente ocho años. “Salía de la ducha y me aparecían ronchas enormes en la piel, y me sangraba el cuero cabelludo después de ducharme. Así que lo primero que hicimos fue:’Vamos a quitarte los champús, el acondicionador y los jabones que uses’”, dijo en una entrevista a la ABC30.
La madre de la niña, Karen Hansen-Smith, médica general, fue quien se dio cuenta de la patología tras una serie de pruebas de laboratorio y pruebas de alergia realizadas a lo largo de los años.
“Me sentí un poco culpable como madre por no haber podido comprender inmediatamente, al ver a mi hija salir de la ducha con esas erupciones, que se trataba de una patología relacionada con el agua”, explicó la mujer en una entrevista. “Es desgarrador. Todavía tengo a mi hija; tiene 25 años. No está viviendo la vida que quería vivir”, añadió.
Tessa no solo tuvo que aprender a vivir con el dolor de su enfermedad, sino que también aprendió a lidiar con el escepticismo de la gente. “Cuando le contaba esto a la gente en la universidad, hacía que la gente intentara arrojarme agua a propósito o que me arrojaran cubitos de hielo”, expresó la joven.
“En verano, cuando la gente va a la playa, celebra fiestas en la piscina y trata de escapar del calor lo mejor que puede, yo no puedo participar en esas cosas ni disfrutarlas, así que me siento muy aislada”, añadió Tessa.
Pese a todo, la joven de 25 años se muestra positiva y agradecida con el apoyo de familiares y amigos. “Eso realmente marca la diferencia, tener personas a tu alrededor que te creen y te ayudan”, explicó.
Además, decidió compartir su historia en las redes sociales con la finalidad de contactarse con otras personas que padezcan enfermedades raras para ofrecerles comprensión y apoyo.
“Haber podido conocer a tanta gente y hablar con tanta gente de tan diferentes ámbitos de la vida, realmente me da mucha alegría y me da una sensación de propósito con esta afección”, dijo Tessa.
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