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Hernán Díaz tras ganar el Pulitzer de Ficción 2023: «Nadie quería publicar mi trabajo»

Por Marco Zanelli Berríos

El escritor Hernán Díaz no está interesado en hablar sobre su vida privada. Parecería que le basta que sepan de él lo que dice la solapa de sus libros: nació en Buenos Aires (Argentina), en 1973, creció en Suecia, hizo una licenciatura en Letras en su país natal, luego se mudó a Estados Unidos, donde reside desde hace muchos años y se doctoró en Filosofía en la Universidad de Nueva York. Actualmente, es vecino de la Gran Manzana, donde imparte clases en la Universidad de Columbia.

A esa sucinta biografía, que habla más de su pasaporte que de él mismo, habría que agregar algunas medallas: finalista de los premios Pulitzer y PEN/Faulkner por su primera novela, «A lejos», y ganador del Pulitzer de Ficción 2023 por «Fortuna» (Anagrama), el libro que Barack Obama incluyó entre sus favoritos de 2022 y que lo ha llevado, como si hiciera falta, viajar por el globo, que incluye un alto en Lima, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Lima 2023.

En la FIL Lima, Díaz se reunió con sus (futuros) lectores, quienes agotaron su libro laureado, aunque hoy ya está disponible de nuevo en el stand del Zorro Rojo y en la librería Book Vivant, para los interesados. Un novelón de más 400 páginas, que se ocupa de la vida y el imperio del magnate Benjamin Rask, reconstruido a través de un rompecabezas literario, parecido a una muñeca rusa: primero con una novela, luego con una autobiografía, y después con dos libros de memorias, firmados por su secretaria y su esposa.

Como autor, Hernán Díaz desaparece en «Fortuna». Son las voces de sus personas las que toman las riendas de la narración, con sus interpretaciones y sus modismos y sus perspectivas patriarcales o subalternizadas. Si su sueño es gozar de «una impersonalidad feliz», como señaló en entrevista con Latina Noticias, lo ha conseguido en tanto escritor. Y aunque la autoficción es un género que prefiere leer antes que escribir, eso no lo exime de ser preguntado por aquello que nos debería interesar de los autores: su biografía como lector.

HISTORIA DE UNA LECTURA

«Mi primera lectura realmente apasionada», dijo Díaz a Latina Noticias, «tuvo que ver con los cómics cuando era niño y vivía en Estocolmo, en Suecia». «Las aventuras de Tintín» tuvo una gran influencia sobre él, pese a que hoy, tras releer junto con su hija esas aventuras creadas por el historietista Hergé, le resultan «libros tremendamente racistas». Pero así se formó su gusto por la lectura, intensificado luego con «mucha literatura sueca, infantil y para jóvenes», en especial la autora Astrid Lindgren.

De regreso a Argentina, hizo el recorrido que «todos los adolescentes hacen»: leer a Julio Cortázar, que resultó «muy importante para él», así como a J.D. Salinger, a quien no releyó jamás. Después se inició en la novela negra —Raymond Chandler, Dashiell Hammett, John D. MacDonald están en su altar personal— hasta que se encontró con la obra de Jorge Luis Borges, un autor que, lejos de parecerle frío, le produjo emociones intensas y tuvo «un efecto multiplicador» que lo condujo a leer otros escritores.

A Borges, Díaz le debe el descubrimiento de Henry James, Edgar Allan Poe, Walt Whitman, Nathaniel Hawthorne y un larguísimo etcétera. Y a la Universidad de Buenos Aires, un «aprendizaje valiosísimo» que le llevó a leer «diferentes cánones y tradiciones literarias». «Me costó mucho aprender que esta taxonomía de la literatura por géneros, periodos históricos, autores, es totalmente artificial, algo que la Academia se ha inventado a sí misma, siguiendo el modelo de las ciencias duras».

«La literatura funciona dentro de un caos feliz, con malentendidos, apropiaciones, divergencias, digresiones, caprichos, y guiada por la felicidad y la pasión, no por estos bordes disciplinarios tan rígidamente delineados. Me llevó mucho tiempo poder deshacerme de estas fronteras», afirmó.

– Suele tenerse la idea de que la literatura es una cuestión evolutiva. Se piensa en ella en términos de avance.

«Es un desastre pensar de ese modo. Esta idea de la evolución literaria me parece muy cuestionable, pero también esta idea de imponerle pasiones nacionales a la literatura. Por supuesto que las literaturas nacionales siempre han jugado un rol importante en la esfera pública y en la consolidación de ciertas narrativas con identidad política. No estoy ignorando eso. Pero si uno es escritor y lector, me parece saludable dejar de lado todo impulso patriotero. La literatura no es fútbol. Esta idea de que cierto canon pueda ser superior a otro como si fuera una competencia… no lo veo de ese modo».

EL ESTILO INVISIBLE

– No hablemos en términos de evolución, pero digamos que de «A lo lejos», tu primera novela, hasta «Fortuna», ¿cómo crees que se ha desarrollado tu estilo?

Tengo dos libros publicados, pero más libros escritos. A mí me llevó mucho tiempo que me publicaran. Nadie quería tocar mi trabajo. Ahora lo digo con una sonrisa, pero fue un proceso doloroso. No había puertas: era un muro sin puertas con una sombra oscura y fría de la cual no podía salir. Fueron realmente casi 15 años de no poder publicar y seguir escribiendo simplemente por el placer, la felicidad y la necesidad de habitar la lengua de ese modo, que para mí es el motivo por el cual uno escribe. Pero creo que aspiro a cierta impersonalidad feliz. Mi sueño es que los libros no se parezcan entre sí, que parezcan escritos por escritores diferentes. Sé que nunca lo voy a lograr, pero eso es lo que querría, que hubiera el menor desarrollo posible, para usar tu palabra.

– Hay escritores que dicen que no quieren contaminarse de ningún estilo mientras escriben y por eso no leen nada, pero en la presentación de tu libro dijiste que hay una vecindad de libros que te acompañaron durante la escritura de «Fortuna».

Escribo sumergido en el mundo que trato de retratar y recibo con brazos abiertos toda forma de influencia, contaminación, y me gusta teñirme del color o los colores de esa realidad. Así que sí, leo de un modo voraz todo lo que consiga sobre esa realidad. Porque mi concepción de la literatura es tan fuertemente textual, y por eso no me interesa hablar de mí mismo ni practicar la autoficción, que me interesa crear un mundo textual lo más vívido posible.

EL TECLADO LATINO

– En otras entrevistas has señalado que sueles escribir en inglés y leer en inglés. ¿Notas si en algún momento se filtra el castellano?

No es que he decidido excluir literatura en lengua castellana. Es algo que me ha formado de modo muy decisivo y no sería el escritor que soy sin haber leído tantísima literatura latinoamericana del siglo XIX y del siglo XX y, en menor medida, del siglo XXI. Vivo en países de habla inglesa desde hace casi 30 años. Estoy en conversación con escritores principalmente norteamericanos, algunos de ellos y ellas son mis amigos y amigas, y leo los libros que salen, porque vos sabés cómo es: uno lee siempre a los amigos. Con gran frecuencia, me piden que escriba contratapas. Y un libro como «Fortuna» está muy en conversación con la literatura norteamericana. Por motivos profesionales, leo mucha literatura en inglés.

– Pero me refería al momento de la escritura misma. Si hay una filtración en tu sintaxis, en tu manera de ver las cosas, que el idioma materno te da.

Como sabrás, el idioma inglés tiene como un doble teclado: uno sajón y germánico, y otro latino. «Nightly» y «nocturnal», por ejemplo… «liberty», que es latina, y «freedom». Creo que sí, tengo una tendencia natural al teclado más latino de la lengua inglesa, pero también hace que me resulte mucho más encantadora la sonoridad de esas palabras sajonas o germánicas y me encuentro buscándolas para ir en contra de mi tendencia más inmediata. Es saludable cuestionarse, al menos para mí, la primera decisión. Sintácticamente no, creo que realmente encaro la sintaxis de un modo absolutamente inglés.

ESCRIBIR DESPUÉS DEL PULITZER

– «Fortuna» habla en esencia del mundo de las finanzas, el capital. ¿No te pareció que podrías haber compuesto una novela fría, cerebral, hecha para ser decodificada antes que vivida?

Sí, fue un riesgo muy grande. Uno de los trabajos de edición más fuertes que tuve que hacer antes de darle la novela a mi agente, editores y de más, fue recortar el tema de las finanzas lo más posible. Quería que fuera un poco sofocante para el lector, porque el discurso de las finanzas tiene ese efecto en la gente de generar cierta claustrofobia, y quería que fuera así el libro por partes. Así que sí, hubo un trabajo de edición fuerte para encontrar la dosis correcta.

– Estás ahora trabajando en un nuevo proyecto. Después de obtener el Pulitzer, ¿sientes la presión de esa expectativa que rodea a una nueva publicación tuya?

Sí (ríe), sí… Por un lado, uno recuerda esto y es un peso institucional muy fuerte. Es una felicidad también, no quiero parecer un mártir. Es increíble que me haya pasado esto. Pero hay expectativas y se sienten las miradas. Pero también es cierto que a la hora de escribir realmente, cuando trato de resolver una oración, todo eso desaparece y lo que prima por todo lo demás es el imperativo de que cada oración sea lo más bella posible.

Redacción Latina

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