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El Viernes Santo es una fecha significativa dentro del calendario litúrgico cristiano. Se conmemora el día en que Jesucristo fue crucificado en el Calvario, según la narrativa bíblica. Según los Evangelios, después de ser arrestado la noche anterior, Jesús fue sometido a un juicio ante las autoridades religiosas y civiles de ese tiempo, quienes finalmente lo condenaron a muerte por blasfemia y sedición.

El Viernes Santo marca el día en que Jesús fue crucificado y murió en la cruz. Según las escrituras, fue un día de gran sufrimiento y angustia para Jesús y sus seguidores. Fue clavado en la cruz y murió aproximadamente al mediodía. Se dice que, durante las horas que precedieron su muerte, Jesús sufrió intensamente tanto física como emocionalmente.

El relato bíblico describe que hubo oscuridad en toda la tierra durante tres horas mientras Jesús estaba en la cruz, y justo antes de morir, pronunció las palabras «Consumado es» («Tetelestai» en griego), significando que su misión redentora había sido completada. Después de su muerte, su cuerpo fue bajado de la cruz y colocado en una tumba prestada por un seguidor llamado José de Arimatea.

Para los cristianos, el Viernes Santo es un día de reflexión, oración y penitencia, ya que conmemora el sacrificio supremo de Jesucristo por la salvación de la humanidad. Muchas denominaciones cristianas celebran este día con servicios religiosos especiales, donde se recuerda la pasión y muerte de Jesús a través de lecturas bíblicas, cantos y momentos de silencio.

Asimismo, recordar que es un momento de profunda reflexión sobre el significado del sufrimiento, la muerte y la esperanza de la vida eterna que ofrece la fe cristiana.

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