Aumenta el número de muertos en unos incendios que no dan tregua. El presidente Trump insiste en la mala gestión de los bosques.
Los coches pitan sin parar, hay que despertar a la gente en plena noche porque el fuego está alcanzando este vecindario de Rialto, en California. Otros van puerta por puerta, asegurándose de que no queda nadie en las casas. Cogen lo que pueden. No hay tiempo. Tienen que irse antes de que las llamas los alcancen.
«Ahora mismo la prioridad es poner a la gente a salvo y mantenerlos con vida, el cuidado masivo de la población», manifestó el Administrador de la Agencia de Gestión de Emergencias Federales (FEMA).
El número de víctimas asciende ya a casi 60 y las previsiones no son muy alentadoras. El incendio ayer se extendió hasta las 55 mil hectáreas y los equipos aéreos y terrestres no dan abasto.
«Esto es tan devastador que no tengo palabras para describirlo, parece una zona de guerra», indicó el Gobernador de California, Jerry Brown
En Paradaise, una ciudad de 27 mil habitantes, la más afectada por el incendio, un equipo especial formado por 100 policías y militares trabajan sin descanso para localizar a las víctimas e identificar sus cuerpos.
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