La expansión de centros comerciales hacia el sur de Lima es una tendencia en auge que apunta a transformar la economía local y mejorar el acceso a servicios en áreas de rápido crecimiento.
Según Guillermo Boitano, director de la Carrera de Economía de la Universidad de Lima, figuras deportivas como Jefferson Farfán han decidido invertir en proyectos como el centro comercial KM40, que, junto al Boulevard Puntamar, promete modernizar la oferta comercial en zonas periféricas de Lima. Estas inversiones, con un valor conjunto de casi S/ 90 millones, marcan un hito en el desarrollo económico de esta área, que ahora recibe grandes flujos de capital.
La Asociación de Centros Comerciales y Entretenimiento del Perú (ACCEP) resalta que el país aún tiene un bajo nivel de penetración comercial en comparación con otras naciones de la región. Perú cuenta con aproximadamente 9,1 m² de espacio arrendable por cada 100 habitantes, mientras que en países como Chile, esta cifra alcanza los 22,3 m². Este contexto sugiere un amplio potencial de crecimiento en el sector retail, especialmente en el sur de Lima, donde la demanda de servicios aumenta durante el verano debido al turismo en las playas.
Boitano explica que la expansión hacia el sur fue prevista desde la década de 1980, con la habilitación de áreas como Punta Hermosa, Punta Negra, y San Bartolo, impulsadas por mejoras en la infraestructura vial y la creciente demanda de vivienda. Hoy en día, estos distritos no solo experimentan un incremento en su población, sino que también se consolidan como focos de inversión para centros comerciales de diversas escalas, contribuyendo a dinamizar la economía local.
La ubicación estratégica y el crecimiento poblacional han sido clave en esta expansión. Muchos de los nuevos desarrollos están situados en zonas con al menos 100 mil habitantes, un factor esencial para la viabilidad de estos proyectos. Además, los precios accesibles de los terrenos en las periferias de Lima han incentivado a desarrolladores inmobiliarios a construir fuera del centro urbano, en áreas como Lurín y La Molina, donde ya existen exitosos proyectos comerciales.
El impacto económico de estos nuevos centros comerciales se traduce en la creación de empleos directos e indirectos, así como en un aumento de los ingresos municipales a través de impuestos y arbitrios. Según Boitano, estos complejos no solo son puntos de venta, sino que además mejoran la infraestructura de los alrededores y crean un entorno favorable para otras empresas, lo que eleva el nivel de vida de la comunidad.
Boitano destaca que el éxito de estos proyectos dependerá de una planificación a largo plazo y de la capacidad de adaptarse a un mercado dinámico. Los centros comerciales deberán actualizar su oferta constantemente para seguir atrayendo visitantes. La expansión en el sur de Lima promete no solo transformar el paisaje urbano, sino consolidar esta región como un nuevo eje de desarrollo y crecimiento económico para los próximos años.
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