En una toma aérea reveladora, se observa lo que parece ser un depósito desordenado lleno de escombros y basura; sin embargo, entre los restos, un elemento llama la atención: enormes mallas dinámicas destinadas a proteger a miles de personas en Lima Este. Estas estructuras, cuyo costo asciende a 7 millones de soles y que forman parte de un proyecto estatal valorizado en 74 millones, fueron adquiridas para mitigar los impactos de los desastres naturales en zonas como Chosica, Chaclacayo y Santa Eulalia. Pese a la necesidad urgente de su instalación, permanecen abandonadas, acumulando polvo en un rincón, como si no tuvieran valor alguno.
Jorge Dett, en su reporte sobre el tema para PuntoFinal, señaló que estas mallas fueron compradas en Suiza y jamás se instalaron. La comunidad afectada, indignada, exige respuestas sobre el destino de estos equipos tan necesarios para su seguridad. “¿Dónde están las mallas? ¿Por qué no se instalan? Nuestra vida corre peligro cada año con las lluvias”, afirma un poblador de la zona, expresando el sentir de cientos de vecinos expuestos a constantes deslizamientos y huaicos.
Los desastres en estas áreas son recurrentes, y cada temporada de lluvias trae consigo el riesgo de perder vidas y viviendas. Las mallas dinámicas, diseñadas para frenar el avance de los huaicos, son esenciales en estas quebradas, donde las fuertes corrientes de lodo y piedras amenazan con devastar todo a su paso. Sin embargo, de las 21 quebradas en Chosica, solo 9 están protegidas con mallas instaladas, lo que deja a muchas comunidades en una vulnerabilidad alarmante.
Para agravar la situación, algunas de las mallas ya instaladas muestran signos de deterioro por el último fenómeno de El Niño, y se encuentran al borde del colapso. La población ha pedido en reiteradas ocasiones la renovación de estas estructuras, y aunque el gobierno aprobó un decreto de urgencia en el año anterior, destinando 70 millones de soles para la compra e instalación de nuevas mallas, estas siguen sin cumplir su propósito.
Ante esta situación, los vecinos exigen que la Autoridad Nacional del Agua (ANA), encargada de gestionar estos fondos, tome cartas en el asunto y cumpla con la instalación de las mallas. Mientras tanto, los pobladores siguen viviendo al borde del peligro, esperando que la inversión hecha en su protección no se quede abandonada en un depósito, sino que realmente les ofrezca la seguridad prometida.
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