Latinanoticias.pe

Tras mes y medio de perder a su hijo a manos de la delincuencia, Julio “el Coyote” Rivera rompió su silencio y cuenta el terrible momento por el que pasó la familia Gonzáles.

 

En el año 1993, con tan solo 9 años, Paolo Guerrero era un calichín de Alianza, y como mascota llevaba a Julio Andrés; su sobrino de sangre, su hermano de alma, el hijo mayor de Julio Rivera.

 

Años después Julito cambiaría el balón por la guitarra y Paolo se haría ídolo en la selección peruana.

 

En las tribunas del glorioso retorno celebraban Doña Peta y “el Coyote”, en las canchas Paolo rompiendo las redes y dedican el gol a su sobrino fallecido tocando una guitarra imaginaria.

 

El nieto mayor de Doña Peta, vivía con ella y que a sus 28 años había terminado su carrera de administración hotelera.

 

Como le prometió a su abuela Peta, Julito llegaría a casa antes de las 2 de la mañana, con celular en mano llamó la atención de unos maleantes. Lo interceptaron y lo arrastraron hasta dejarlo muerto.

 

“Me tuvieron que internar en una clínica, estaba con calmantes. Me levanté después de 6 a 7 horas esperando que sea todo una pesadilla, cuando reaccioné no sabía dónde estaba. Tengo que hacer deporte y seguir, pidiendo al señor que me de fortaleza para seguir encaminando a mis demás hijos”, mencionó el exfutbolista.

 

Aunque trata de mostrarse fuerte, se puede percibir su inmensa desolación, orgulloso de su primogénito, el hombre de la casa cuando él no estaba.

 

Fue Doña Peta la encargada de reconocer a su nieto en la morgue, Paolo fue avisado a Brasil y voló de inmediato.

Faltaba pocos días de su regreso a las canchas, pero la vida golpeaba nuevamente al capitán.

 

“Cuando llegó Paolo se aferró al cajón viendo a mi hijo, tuve que sacarlo porque se sentía muy débil”, confesó Rivera.

 

La policía continúa las investigaciones tras los pasos de los culpables de la muerte de Julito, y la familia espera justicia.

 

Para recuperar fuerzas, “El Coyote” se apoya en su familia, el apoteósico retorno de su hermano a las canchas y en su academia de fútbol, en busca de nuevos talentos.

 

“En algún momento nos vamos a volver a encontrar hijo, voy a correr a abrazarte, besarte y jugar un partido de fútbol”, fue la promesa del exfutbolista.