TEGUCIGALPA, 25 nov (Reuters) – Iris Xiomara Castro entró en la vida política de Honduras empujada por las circunstancias.
En julio de 2009 dejó las labores protocolares de primera dama para encabezar encendidas protestas contra el golpe de Estado militar que derrocó a su esposo, el presidente Manuel Zelaya. En un mitin público, ella habló con temple serio y voz firme por primera vez ante miles de simpatizantes.
La mujer, que cumpliría 50 años un mes más tarde, no tenía experiencia política cuando tomó la batuta de la lucha por la restitución de su marido y, aunque no logró su cometido, en 2011 el movimiento se transformó en el partido político Libertad y Refundación (Libre), su trampolín a la presidencia.
Dos años más tarde, en 2013, Castro se lanzó por primera vez a las elecciones presidenciales con Libre, pero perdió contra el ahora saliente mandatario, Juan Orlando Hernández.
Esta vez, sin embargo, con sus 62 años, es una de las favoritas para llevarse el triunfo, convertirse en la primera presidenta de Honduras y enterrar más de 100 años de bipartidismo del conservador Partido Nacional (PNH) y el centrista Partido Liberal (PLH), que gobiernan el país desde fines del siglo XIX.
«Creo firmemente que el socialismo democrático que propongo es la solución para sacar a Honduras del abismo en que hoy nos han enterrado este modelo neoliberal, la narcodictadura y la corrupción», dijo Castro al presentar su plan de gobierno.
Enarbolando un discurso de izquierda que reivindica varias de las propuestas de Zelaya, depuesto cuando se preparaba para una consulta popular sobre una reforma constitucional, Castro asegura que, de ganar la presidencia, será ella quien tome las riendas y no el hombre con el que se casó a los 19 años.
«Ella (Castro) es una mujer con carácter que tomará las decisiones en el Gobierno», manifestó a Reuters Anarela Velez, historiadora y amiga de la candidata desde 1990.
«El expresidente Zelaya sabe que él es el coordinador del partido, y como coordinador va a tener una relación de respeto frente a la presidenta», agregó.
Castro no cuenta con más experiencia política que la adquirida desde el golpe y como acompañante de su esposo en la campaña presidencial de 2006, aunque en el sector privado ha dirigido empresas agrícolas y forestales de su familia.
Como primera dama, se ciñó al papel tradicional impulsando programas sociales y subsidios para niños, mujeres y ancianos pobres, lo que le granjeó una gran popularidad.
Cuando derrocaron a Zelaya -presidente de Libre- Castro se refugió inicialmente en la embajada de Estados Unidos, pero días después salió a las calles a encabezar masivas protestas.
Castro, la segunda de cinco hermanos de una familia de clase media, nació el 30 de septiembre de 1959 en Tegucigalpa. Tras casarse con Zelaya en 1979, obtuvo su título de licenciada en administración de empresas y se mudaron a Catacamas, a unos 220 kilómetros al noreste de la capital, donde criaron a cuatro hijos.
«UN VOTO POR EL COMUNISMO»
Sus propuestas incluyen varias de las impulsadas por Zelaya -como convocar a una asamblea constituyente- pero no el sensible asunto de la reelección presidencial, que detonó el golpe de Estado porque los opositores a su esposo aseguraban que él buscaba perpetuarse en el poder.
Castro pregona un «socialismo democrático» y propone despenalizar el aborto, reducir las comisiones que cobran los bancos a los receptores de remesas, crear una comisión internacional contra la corrupción con apoyo de la ONU y la derogación de una serie de leyes adoptadas en los últimos años.
Una de ellas, la que generó las polémicas Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDES), por considerar que servirían de refugio para corruptos y narcos por su carácter autónomo.
En un intento por deslastrarse de la pesada mochila que carga Zelaya por su cercanía con los fallecidos mandatarios Hugo Chávez y Fidel Castro, el expresidente hondureño no ha formado parte importante de la campaña de su esposa, como sí lo hizo durante las presidenciales de 2013.
«Un voto por Xiomara es un voto por el comunismo, socialismo, caos, hambre, violencia, represión, aborto, la pobreza, la expropiación», dice un spot del oficialista Partido Nacional transmitido por televisión y redes sociales.
Libre pertenece al Foro de Sao Paulo, una organización creada para reorganizar a la izquierda latinoamericana luego de la caída del muro de Berlín. A pesar de ello, algunos creen que, de ganar, Castro no abrazará el «socialismo del siglo XXI».
«Podrá haber algunos fogonazos de acercamiento a los gobiernos que preconizan el socialismo del siglo XXI, pero va ser más protocolario que real», opinó Raúl Pineda, analista y exdiputado.
«Honduras depende, en su comercio, de Estados Unidos y es tan débil que no soportaría un mes de distanciamiento económico con Washington», agregó.
Con el sombrero vaquero que hizo popular a Zelaya, Castro ha defendido su proyecto como la solución para reducir la pobreza en Honduras, mejorar los servicios sociales como educación y salud, y garantizar el acceso a las tierras y a los créditos para los campesinos.
Sin embargo, la que sería su primera acción como mandataria está cargada de simbolismo, sin embargo, podría terminar siendo contraproducente.
Y es que en junio, en un encuentro con simpatizantes, aseguró que vendería el avión presidencial -un Embraer Legacy 600 donado por Taiwán-, un arma de campaña usada por el mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, que, sin embargo, no ha podido vender.
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