Cuando la crónica estaba por cerrar: «frío empate». Cuando los periodistas a ras de cancha cuadraban sus preguntas: ¿A qué se debe no haber conseguido los tres puntos? Cuando el Ivan Elias Moreno empezaba a despejarse entre insultos y desdicha. Cuando el juez, Bruno Pérez, veía su reloj mientras marcaba la última jugada del partido. Cuando Cantoro decidió tomar el balón por delante de Novick y Santillán. Todo estalló.
El Sport Boys – Universitario fue un duelo, por momentos, con grandes situaciones y salvadas en la línea. Pero también fue un duelo que, como suele pasar en nuestra liga, cae en el limbo de cuidar el cero e ir al ataque con más ganas que juego.
El primer tiempo fue un solo del cuadro de Compagnucci. A Polo se le vio una vez más con confianza, la confianza que te permite encarar y picar al espacio. Por otro lado, ‘Cachito’ siendo director de la orquesta rosada y apoyándose siempre con Alarcón. Quien estuvo bien todo el partido, salvo en la última, lástima, esa jugada seguramente lo hará pensar de más antes de dormir. Resaltar que Cuba fue de menos a más y terminó convirtiéndose en el jugador del partido. Merecido.
Pero lo que parecía ser un encuentro en el que Universitario tendría el gol tarde o temprano, se fue haciendo largo y la idea vaga. Tedioso. Cortado. Para la segunda parte, el papel se invirtió y Sport Boys, una vez más, demostró porque, pese a sus situaciones dirigenciales, siempre será un hueso duro de roer. Carvallo tuvo que hacerse presente y hasta tuvieron que sacarla de la línea. Una locura. El encuentro volvía a tener ese sabor que suelen tener los U – Boys.
El encuentro se iba calentando. Quina apelaba a hacerle un ‘mataleón’ al mismo estilo del Jiu Jitsu Brasileño a Ramirez. Creerá, tal vez, que esa era la única manera de detenerlo. Porque sí, Cachito estaba intratable. Era su partido.
Entonces, cuando las crónicas cerraban. Cuando las páginas rosadas titulaban ‘importante empate’ y los cremas, rememorando el partido pasado, colocaban: ‘flor de un día’, apareció el que nadie tenía y el que, hasta entonces, no había aparecido en el encuentro: el ‘Torito’ Cantoro.
Falta absurda al borde del área hacia Quispe. Innecesaria. Habían 3 rosados rodeándolo y el crema no tenía pase. Un jugador era un baño de sangre mientras que todos pedían el ‘Fair Play’ creyendo que, de alguna manera mágica, los encuentros entre rosados y cremas iban a ser amistosos por primera vez. Incredulidad total.
Cantoro tomó el balón con la seguridad de alguien que no tiene nada que perder. Esa misma seguridad que le permitió quitarle la bola a Novick y Santillán. Mientras la cámara se enfocaba en ver el ritual previo al tiro, en el área, se agarraban a golpes al hígado misma pelea de box de bajo nivel. La tribuna rosada cantaba más fuerte y con el fondo del ‘Vamo Boys… quiero ver… otro gol… en tu sco…’. Cantoro hizo lo impensado y la colocó, previo pique en el área, en el arco de Álvarez.
La celebración desaforada de los jugadores de Universitario reveló que ellos daban por el hecho el empate. Como todos. Que no se empañe un encuentro que fue de menos a más con un final de lo que ya nos tiene acostumbrado esta clase de partidos. Recordaremos este duelo como el día que Cantoro se tuvo fe, una fe que le permite a Universitario seguir soñando. Y quien sabe, aún en camino.
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