Carlos Yushimito publica nuevo libro de cuentos: «Me interesa la marginalidad del lenguaje»

"El peso inevitable de las palomas" se titula el nuevo libro del escritor Carlos Yushimito, quien repasa su obra, poética y trayectoria en esta conversación con Latina Noticias.

Carlos Yushimito publica nuevo libro de cuentos: «Me interesa la marginalidad del lenguaje»

Por Marco Zanelli Berríos

Había pasado buen tiempo —una década, precisó él mismo— desde que el escritor Carlos Yushimito no publicaba un libro de ficción. Desde «Los bosques tienen sus propias puertas» (2013) hasta la fecha, el autor peruano permaneció en un silencio editorial, apenas interrumpido por reediciones y un volumen de pensamientos alrededor de la lectura, titulado «Marginalia». Pero «El peso inevitable de las palomas» (Seix Barral) marca un regreso esperado. El retorno de uno de los mejores cuentistas de su generación.

«Ha sido un tiempo muy pacífico, muy feliz, con sus intermitencias«, dijo Yushimito a Latina Noticias, tras ser consultado por su vida personal en medio de la prolongada ausencia de novedades suyas en librerías. «En estos últimos diez años han pasado muchas cosas: me gradué en el doctorado, he escrito una tesis, guardé duelo porque murió mi padre, fui padre, y ha sido un periodo intenso de mi vida. La escritura de ficción, en consecuencia, quedó cristalizada en su poca necesidad de hacerse urgente en mi vida», afirmó.

Urgente o no, la escritura no dejó de acompañar al escritor durante todo este periodo, aunque más concentrada en «ensayos y marginalias», como le llama a esos textos breves que «piensan la lectura». La ficción, sin embargo, quedó latente «en el archivo» hasta que una amiga, la editora Valerie Miles, lo animó a publicar un cuento suyo en la revista Granta. La experiencia lo impulsó a volver sobre relatos ya escritos hace una veintena de años. Así, rescató, editó y seleccionó las historias que hoy componen su nuevo libro.

– ¿Tenías demasiado material?

Sí, tenía bastante, y esta es una depuración de varios cuentos que tienen entre veinte y diez años. Hay cuentos que tienen más años que «Las islas» (su primer libro, publicado en 2006), imagínate. Estuvieron todo el tiempo conmigo y no encontraba cómo mostrarlos. Los revisé, los he tenido cautelosamente guardados. Y ahora recién he encontrado una oportunidad. No los juzgo muy severamente. Me cuesta publicar por una cuestión de autoexigencia.

– Si es un libro con cuentos escritos hace mucho tiempo, y otros preparados recientemente, ¿cómo tomó forma cierta unidad?

Los cuentos, más allá de estar unidos por temática, por su propia intermitencia hace que sean difíciles de ubicar como una unidad. Cuando los releí, me pareció que podían componer una unidad, no tanto en los temas, personajes, tono o aspectos formales, sino en los efectos que podrían generar sobre el lector. Porque son cuentos que al ser de diferentes épocas tienen diferentes estrategias. Unos son más narrativos —como «Insólito brillo»—, con una marcada intención de contar historias. Si lo comparas con «Nada contra el cielo», es absolutamente distinto, no tiene una estructura narrativa clara.

ESCRIBIR FUERA DEL CORSÉ NARRATIVO

– Y aun así, nunca llego a divisar del todo la trama. Se me escapa. Y me queda la sensación de extrañamiento. Qué cosa estoy leyendo, en el buen sentido.

De todos los autores cuya influencia ha nutrido mi desarrollo como escritor, es Felisberto Hernández quien mayor sedimento ha dejado en mi escritura. Recién publicaron «Las islas» en Argentina y he tenido que leerlo y hablar sobre él. Allí, marcadamente están (Rubem) Fonseca, Guimarães Rosa, todos esos autores que en ese momento para mí eran interlocutores que modelaron mi sensibilidad. Luego me he ido alejando. Aún los aprecio, pero hoy en día, al escribir y leer, busco otras cosas. Alguien que no está en el sustrato de ese libro es David Lynch, otro autor del extrañamiento, que construye sus historias a partir de impresiones, destellos, iluminaciones, más bien fragmentarias, rotas. A mí ese modo de composición, que tiene algo de impresionista, me interpela narrativamente. Es una narración en el fondo, pero escapan a ciertos modelos centrados en la anécdota.

– En «Las islas» había una intención por conectar el lenguaje de la prosa con la poesía. Y la digresión ocupaba un lugar especial en medio de la narración. ¿Qué caminos ha tomado esa apuesta?

La matriz se mantiene. Si hay algo constante en lo que he escrito desde hace veinte años hasta ahora, es que para mí el lenguaje narrativo no es funcional. No soluciona problemas comunicativos, sino tensan esa relación. Me interesa el lenguaje que desde la poesía, que anhela decir aquello que no puede decir, me otorga potencialidades para expresar. Para mí, la metáfora, la complejidad subordinada de la sintaxis, se ha hecho más radical, pero ya estaba presente en «Las islas», donde nunca cedí a un lenguaje comunicativo. No me interesaba nunca ese tipo de expresión. Me interesa que la dificultad de la lectura sea un estímulo.

EL PERÚ EN LA ESCRITURA DE YUSHIMITO

– Y es un lenguaje muy plástico, además. Muta, varía. Un poco como el desierto del cuento «La prefectura», donde el espacio está vivo y se convierte en un personaje.

Estoy de acuerdo, porque para mí el desierto tiene que ser una especie de animal. Está entre esa naturaleza humana, que tiene conciencia de lo que le sucede a los personajes, pero no deja de ser un ser monstruoso. Me acordé mucho, conversando de esto otro día, que no es muy extraño esto en la tradición peruana. Si se piensa en la generación del 50, ya encuentras a Enrique Congrains hablando de la ciudad de Lima como un monstruo. Esa figura monstruosa de Lima aquí está, yo creo, en una línea más cercana al «Montacerdos» de Cronwell Jara. Es un cuento sin una localidad, no hay determinación geográfica, yo sentí que era muy limeño por mi relación con esa Lima desértica de los márgenes.

– Curiosamente, se te ubica como un autor muy lejos de la tradición peruana, casi como quien escribe más cerca de la tradición brasileña o del Río de la Plata.

Pero, para mí, la tradición peruana es importante. Me convocan muchos autores, Cronwell Jara y «Montacerdos», que me parece un texto fundamental. Ribeyro, la generación del 50, la poesía de Vallejo. Son autores que me dan imágenes de ese margen limeño, que también corresponde a una marginalidad del lenguaje, la que más me interesa. Fíjate que nunca he tenido una constancia en la representación del espacio peruano, pero en este libro me atreví a darle a Perú espacios muy concretos: uno es la selva, que aparece en «Ojos verdes». Por razones laborales, exploré Satipo en otros tiempos de mi vida y este es un cuento que nació de uno de esos viajes. Es la síntesis de una novela que jamás escribí. Y el último cuento, que es histórico y hace justicia a mi herencia familiar, la historia de los japoneses que a finales de los años 30 y 40 tuvieron que enfrentar la propaganda antijaponesa en el periodo de la Segunda Guerra Mundial. Son cuentos insólitos dentro del universo que nunca ha definido mis otros cuentos, más indefinidos espacialmente.

GRANTA EN EL RECUERDO Y UNA PRÓXIMA «MARGINALIA»

– En 2010, la revista Granta te incluyó en una lista de los mejores 22 escritores jóvenes en español menores de 35 años. ¿Sigues con atención este tipo de selecciones?

No, para nada. Fue una lista circunstancial como cualquier otra, muy azarosa. En general, todas las antologías son un acto de optimismo. Uno sospecha que puede mapear el presente, pero el presente es muy líquido, fluido, y a veces nebuloso. El tiempo es el que dispone mejor el orden de las cosas, el canon en este caso. Pero las listas son actos de fe, el presente con sus juicios es capaz de ordenar algo que es propio de toda tradición literaria, constantemente tergiversada por la razón que sea. Por eso, uno puede hacer una lista, que siempre será ineficiente al momento de construir juicios, ya que hay algo que queda fuera porque no ha tenido la suficiente exhibición pública. A veces se sobredimensionan estas listas. En términos de impacto comercial, pues sí, no puedo negar que me ayudó a que textos míos circularan. Pero haber dejado de publicar responde a esa saturación, me sentí muy saturado de esa visibilización. Resulta ser bastante sofocante, a veces, y da un poco de recelo.

– Además de ficción, recuerdo mucho «Marginalia», que me parece está llamado a incrementar sus páginas a medida que vayan surgiendo nuevas lecturas sobre la lectura. ¿Lo has pensado así?

Me ocurre algo curioso: es un texto que está perdiendo páginas. Van a reeditar el libro en España y le he quitado la mitad. Toda depuración es necesaria. La marginalia, por su naturaleza y escribo mucho en notas y cuadernillos, son proliferantes. Uno acompaña lecturas con notas al pie, y todo eso es constante en la medida en que uno lee, pero también está sometido a ese falso rigor del presente. Lo que al principio parece ser revelador, con el tiempo puede resultar un lugar común, y todo el mundo somete a ese escrutinio lo que ha escrito. Lo que he hecho es depurarlo. Ahora, me gusta el proyecto como tal, porque nunca habrá un libro «Marginalia» único. Es un libro sometido a mis lecturas, que no se detienen. Tal vez en el futuro, tenga el doble de páginas.

28 agosto 2023

Actualizado el : 28 agosto 23 | 4:47 pm

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