Los pasajeros enfrentan diariamente estaciones abarrotadas, buses desgastados y un servicio que no ha evolucionado al ritmo de las necesidades urbanas.
En la congestión de Lima, el Metropolitano se presenta como el transporte más rápido para miles de peruanos. Sin embargo, esta solución no está exenta de problemas graves. Desde su inauguración en 2010, el sistema opera bajo condiciones de alta demanda que han superado su capacidad.
A pesar de las promesas de mejora, el Metropolitano sigue siendo un reflejo de la inacción estatal. Una millonaria reserva económica destinada a infraestructura, recaudada del 4% de cada pasaje, fue devuelta a las empresas concesionarias tras 12 años de inactividad administrativa.
Según el abogado José León, esta decisión, acordada mediante un convenio irregular, perjudica directamente a los usuarios. Mientras el dinero pudo haberse destinado a renovar buses y mejorar estaciones, terminó beneficiando únicamente a las empresas privadas.
El transporte deficiente no solo afecta la calidad de vida, sino que también incrementa el estrés y el agotamiento de miles de limeños. Alternativas como taxis o buses convencionales no son viables debido al tiempo extra de traslado, consolidando al Metropolitano como una opción inevitable, aunque insatisfactoria.
El futuro del Metropolitano depende de decisiones políticas urgentes. Mientras el sistema sigue operando en marcha blanca, la falta de inversiones y una planificación adecuada siguen afectando a quienes dependen de este transporte para sobrevivir en la ciudad.
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