Mantener el suelo inactivo durante más de la mitad del año perjudica tanto los ingresos como lo que puedan comer las familias.
12 sep (Reuters) – El año pasado, Guillermo Palmadera, alcalde de un área remota en los Andes de Perú, estaba cada vez más preocupado de que una dura estación seca pudiera arruinar las cosechas de cebada, alfalfa y tubérculos de su distrito.
Los Andes tienen una estación seca anual entre mayo y septiembre, pero los agricultores del distrito de Pamparomas dicen que las lluvias han sido particularmente escasas en los últimos dos años, en medio del cambio climático global causado por el hombre que está exacerbando los patrones extremos.
Una estación seca prolongada tiene un alto costo. Mantener el suelo inactivo durante más de la mitad del año perjudica tanto los ingresos como lo que puedan comer las familias.
Palmadera encontró una solución no con un ingeniero sino con un arqueólogo, que estaba inspeccionando fragmentos de un antiguo muro de piedra en los terrenos altos de su distrito.
Kevin Lane, arqueólogo de la Universidad de Buenos Aires, había identificado 18 represas abandonadas construidas en Pamparomas antes de la colonización española de las Américas. Y propuso restaurar una antigua presa.
«El problema de la escasez de agua no es nuevo en Perú», dijo Lane, quien sostuvo que la situación está tan entrelazada con la historia andina que cree que allí se libraron guerras por el agua en el pasado.
«Está muy seco, hemos tenido pocas lluvias en los últimos dos o tres años», dijo Damián Quiroz, agricultor de Pamparonas.
Con el apoyo financiero de la Fundación Gerda Henkel de Alemania, Lane y agricultores locales construyeron una represa de 3 metros de altura sobre restos antiguos a 4.600 metros sobre el nivel del mar usando piedras, arcilla y materiales modernos como geotextil.
Esos son fáciles de reemplazar en un área propensa a terremotos y grandes variaciones de temperatura que pueden agrietar otros materiales como el concreto.
La rehabilitación costó 100.000 dólares, mientras que estiman que construir una presa de concreto podría haber costado un millón de dólares.
Con la represa terminada, 300 vecinos del distrito de Pamparomas esperan que comience la temporada de lluvias. Ahora confían en recolectar 15.000 metros cúbicos de agua.
«Estamos muy impacientes», dijo Quiroz. «Con el agua alimentaremos algunas vacas para hacer queso, y cuyes para nosotros y con suerte para vender».
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