PONDORES, Colombia 2 dic (Reuters) – El excombatiente rebelde Yinis Pimienta camina bajo el agobiante calor del desierto del departamento de La Guajira, en el norte de Colombia, pasando por casas de estuco de mala calidad, murales descoloridos con temática de paz y un puñado de corrales para cerdos en un campamento para guerrilleros desmovilizados.
La cría de cerdos es solo uno de los muchos proyectos destinados a ayudar a los antiguos combatientes a reintegrarse en la sociedad colombiana que se han estancado, poniendo en apuros al partido político formado por los antiguos dirigentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Las FARC firmaron un acuerdo de paz con el Gobierno hace cinco años, poniendo fin a su participación en el conflicto armado de casi seis décadas y convirtiéndose en el partido político Comunes.
Pero a medida que la aplicación del acuerdo tambalea, el partido -que promueve los ideales marxistas de las FARC y pretende dar voz política a los antiguos combatientes- se está fracturando.
El acuerdo de paz le valió al expresidente Juan Manuel Santos el Premio Nobel de la Paz, pero los excombatientes se enfrentan a la violencia selectiva de las bandas criminales y de sus antiguos compañeros, a la falta de oportunidades de trabajo y a la tentación de unirse a los rebeldes disidentes que obtienen millonarios ingresos del narcotráfico y la minería ilegal.
Algunos excombatientes buscan alternativas a Comunes, liderados por excomandantes de las FARC que tienen garantizados diez escaños en el Congreso hasta 2026.
«Ellos representan sus intereses personales, sin embargo, por eso no nos representan», dijo Pimienta, de 40 años, sobre la dirección del partido. «Yo no voy con los Comunes. Es el mismo partido de los partidos tradicionales de este país. Puras mentiras».
La sensación abrumadora en el campo es de abandono, aseguró Pimienta.
Los senadores de Comunes Victoria Sandino e Israel Zúñiga, que critican a los líderes del partido por no hacer lo suficiente para apoyar los esfuerzos de empleo de los excombatientes y por no hacer que el partido sea más atractivo para los votantes, iniciaron este año un movimiento político que manifiestan abordará esos temas.
«(En las FARC) nunca se hizo una transición efectiva de una organización de un carácter militar -que siempre se maneja en una manera vertical- a una organización política (…) que depende más del consenso», afirmó Zúñiga.
No quiso precisar cuándo el nuevo movimiento, conocido como Agrupar para Avanzar, podría convertirse en un partido independiente.
«Es una alternativa», afirmó.
Los adherentes del movimiento dicen que revitalizará los proyectos de reinserción estancados bajo el liderazgo de Comunes, hará un censo de excombatientes que han dejado los campamentos para trabajar en las ciudades o reunirse con sus familias y tomará decisiones políticas desde la base.
Pero esto es demasiado tarde para algunos excombatientes. Los grupos armados disidentes dirigidos por excomandantes de las FARC que son buscados por cargos de narcotráfico en Estados Unidos cuentan con unos 2.400 combatientes en sus filas, incluidos algunos que al principio apoyaron el acuerdo.
Según un informe de mayo del Instituto Kroc de Estudios Internacionales para la Paz, sólo se ha cumplido el 28% de las medidas establecidas en el acuerdo, mientras que hay un déficit de financiación de unos 474,5 millones de dólares para este año.
El informe señala que los esfuerzos de participación política son los más afectados por la falta de financiación.
La implementación del acuerdo de paz se cumplirá durante 15 años.
LA CAMARADERÍA SE DESVANECE
Es probable que ningún movimiento relacionado con las FARC obtenga mucho apoyo en las elecciones al Congreso y a la Presidencia del próximo año. Agrupar Para Avanzar no presentará sus propios candidatos en 2022, sino que podría respaldar a los de otros partidos.
Las divisiones no son un buen augurio para el futuro de Comunes a largo plazo, dijo Arlene Tickner, investigadora de la Universidad de Rosario en Bogotá.
«Hay una serie de posiciones ideológicas que terminan saliendo a la superficie (…) que no eran tan evidentes cuando eran un grupo insurgente y su propósito era algo diferente», explicó Tickner.
Un portavoz de Comunes declinó hacer comentarios sobre las fracturas dentro del partido o sobre Agrupar Para Avanzar. Su dirección ha culpado repetidamente al Gobierno del presidente Iván Duque de los problemas de implementación.
Como miles de exrebeldes, Pimienta se trasladó a una zona de reinserción para desmovilizarse y comenzar su vida civil.
Muchos de los campamentos se asemejaron rápidamente a pequeñas ciudades, especialmente cuando los excombatientes comenzaron a tener familias, pero los residentes declaran que el apoyo a las empresas y cooperativas agrícolas destinadas a darles empleo ha sido lento e inadecuado.
Pimienta, que se unió a los rebeldes a los 15 años para huir de los paramilitares de derecha que atacaron su ciudad natal, cose tela de algodón blanco para un traje de apicultor en una sala casi vacía de máquinas de coser, un proyecto que nunca llegó a ponerse en marcha.
No gana nada por el trabajo, no obstante sigue cosiendo con otras dos personas con la esperanza de mantener vivo el proyecto, incluso mientras lucha por cuidar a su hijo de cinco años.
«Hasta el momento no tenemos un sueldo fijo, porque todavía esto no es autosostenible. No tenemos apoyo en billetes», dijo.
Otros en el campamento de Pondores siguen con Comunes.
Lili Guerraluis, de 39 años, se unió a las FARC después de que su familia fuera desplazada a la fuerza de El Salado, un pueblo en la costa norte de Colombia, escenario de una de las masacres más brutales del conflicto.
Vive con su hijo pequeño en una casa de dos habitaciones. Su padre, organizador político de Comunes, trabaja en otro lugar, pero ella teme abandonar el campamento por los asesinatos selectivos de cientos de excombatientes.
El Gobierno acusa tanto a las bandas criminales dirigidas por antiguos paramilitares de derecha como a las disidencias de las FARC de los asesinatos.
La camaradería que una vez sintió en el grupo se ha disipado, manifestó Guerraluis, pero una división política solo profundizará el problema.
«Queremos seguir adelante unidos», concluyó.
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