Una investigación arroja luz sobre los riesgos para la salud asociados al común hábito de salpimentar comida ya servida.
En la vida cotidiana, ya sea en restaurantes o en el hogar, suele haber un salero a disposición para ajustar el sabor de la comida a nuestro gusto. Sin embargo, la práctica de añadir sal a la comida después de servida, aparentemente inocua, podría tener consecuencias negativas para la salud, según una investigación de la Universidad de Tulane (Estados Unidos).
Si bien investigaciones previas se han centrado en los efectos de agregar sal a la comida después de cocinar en la salud cardiovascular, este nuevo estudio amplía la perspectiva al señalar un aumento en el riesgo de enfermedad renal crónica.
El extenso estudio, que examinó a 465,000 personas, revela una asociación entre la adición de sal a los alimentos y un mayor riesgo de enfermedad renal crónica en la población en general.
Publicados en ‘Jama Network’, los hallazgos sugieren que disminuir la frecuencia con la que se añade sal a los alimentos en la mesa podría ser clave para mitigar el riesgo de enfermedad renal crónica (ERC).
Inscritos en el estudio entre 2006 y 2010, a los participantes se les realizó un seguimiento prospectivo. Sus datos fueron analizados desde octubre de 2022 hasta abril de 2023, de acuerdo con la agencia Europa Press.
Entre los participantes, aquellos que señalaron añadir sal a sus alimentos con mayor frecuencia mostraron tendencias relacionadas a un índice de masa corporal más elevado en comparación con aquellos que lo hacían con menor frecuencia.
Quienes agregaban sal a sus alimentos también presentaron una mayor propensión a ser fumadores, así como a padecer diabetes o enfermedades cardiovasculares al inicio del estudio.
Durante el período de seguimiento promedio de 11.8 años, se registraron 22,031 incidentes de ERC. La adición más frecuente de sal a los alimentos, según la propia declaración, mostró una asociación significativa con un aumento en el riesgo de ERC después de ajustar por variables adicionales.
En comparación con quienes raramente o nunca añadían sal a los alimentos, los que lo hacían a veces, generalmente, y siempre lo hacían, mostraron un mayor riesgo de desarrollar enfermedad renal crónica.
Además, la asociación entre la adición de sal y el riesgo de ERC se vio modificada significativamente por la TFGe, el índice de masa corporal (IMC) y la actividad física, siendo más pronunciada en aquellos con una TFGe más alta, un IMC más bajo, o niveles más bajos de actividad física.
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