En un descubrimiento que desafía las nociones preconcebidas, investigadores de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, han observado por primera vez a dos virus aferrándose el uno al otro, dejando incluso lo que catalogaron como «mordiscos de amor» a su paso.
Los virus, conocidos por su capacidad para infectar a otros organismos y aprovecharse de sus cuerpos para lograr sus objetivos nutricionales y reproductivos, mantienen un buen historial dentro de su propia especie, evitando engancharse entre sí. Sin embargo, este nuevo hallazgo desafía esta creencia.
Los investigadores hallaron múltiples instancias de dos virus unidos temporalmente, incluso descubrieron “mordiscos de amor” en los virus. Siendo ni muertos ni vivos, los virus necesitan ardientemente un huésped para completar sus ciclos de vida.
Incluso, algunos virus también necesitan un virus “ayudante” para lograr sus objetivos, ayudando al virus “satélite” a desarrollar caparazones protectores o replicar su ADN mientras se entierra en la víctima desprevenida.
Aunque estas relaciones virales ciertamente requieren una proximidad cercana para funcionar, la nueva investigación es la primera vez que se observa de manera consistente y completa a un bacteriófago satélite, un virus que infecta a las bacterias, aferrándose a un virus ayudante.
De hecho, el estudio señala que el 80% de los ayudantes tenían un satélite mordisqueando sus “cuellos”. Los que no lo tenían, contaban con tentáculos de satélite en el sitio del cuello, a lo que nos referimos anteriormente como mordiscos de amor.
Los virus satélite suelen tener un gen que les ayuda a asimilarse eficazmente después de entrar en sus huéspedes y no ser eliminados en el proceso. Sorprendentemente, en este caso, el satélite no tenía un gen para la integración. Los científicos suponen que para mantenerse seguros, deben mantenerse acurrucados con sus virus ayudantes cada vez que entran en un huésped.
Los autores del estudio revelaron que el satélite y el ayudante han estado coevolucionando durante mucho tiempo y este comportamiento inusual podría haber sido el resultado de ese proceso. La siguiente etapa sería confirmar qué tan único es este fenómeno y cómo exactamente los satélites logran adherirse a los ayudantes.
“Es posible que muchos de los bacteriófagos que la gente pensaba que estaban contaminados fueran en realidad estos sistemas de satélite-ayudante”, explica el autor principal, Tagide deCarvalho. Los hallazgos de este estudio han sido publicados en la revista ISME.
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