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La festividad del Año Nuevo, que hoy en día se celebra el 1 de enero, ha experimentado un intrigante cambio a lo largo de la historia. Esta transformación, que se remonta a la antigüedad, revela cómo las civilizaciones antiguas marcaban el tiempo y celebraban el inicio de un nuevo ciclo.

En un principio, diversas culturas seguían calendarios basados en observaciones astronómicas. Algunas civilizaciones, como los pueblos mesolíticos de Gran Bretaña, seguían las fases de la luna, mientras que los antiguos egipcios se centraban en el sol. La combinación de ambos métodos dio lugar a calendarios lunisolares como el utilizado en la cultura china.

CALENDARIO ORIGINAL

En el antiguo calendario romano original, que comenzaba en marzo y terminaba en diciembre, se reflejaba la importancia de los ciclos agrícolas. Durante el siglo VII a.C., el rey Numa Pompilio introdujo dos nuevos meses, enero y febrero, para llenar el espacio entre diciembre y marzo.

En el año 45 a.C., Julio César implementó el calendario juliano, que estableció el Año Nuevo el 1 de enero en honor a Jano, Dios de las puertas y los comienzos. Este calendario corrigió irregularidades acumuladas y añadió un día extra cada cuatro años, convirtiéndose en una mejora significativa.

A pesar de la implementación del calendario juliano, aún existían desafíos en la sincronización con el año solar. En 1582, el papa Gregorio XIII introdujo el calendario gregoriano, que ajustó el cómputo de los años bisiestos para una mayor precisión.

Hoy en día, el calendario gregoriano es utilizado en gran parte del mundo, marcando el Año Nuevo el 1 de enero. Sin embargo, diversas culturas reconocen diferentes fechas como el inicio del nuevo año, como el Nouruz persa, Rosh Hashaná judío y el Año Nuevo chino.

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