Teófilo narró que sus hijos salieron de Atexquilapan el 21 de junio, siguiendo a otros primos que emigraron hace ocho meses. Los muchachos cruzaron el Río Grande hace una semana.
NAHUALA, Guatemala/ATEXQUILAPAN, México, 1 jul (Reuters) – Algunos de los migrantes más jóvenes que se cree que murieron en un sofocante tráiler en Texas esta semana partieron de pueblos empobrecidos de Guatemala y México, siguiendo los pasos de familiares que buscaban una vida mejor en Estados Unidos.
El jueves, residentes de Nahuala, Guatemala, lloraron a Wilmer Tulul, de 14 años, y Melvin Guachiac, de 13. Los dos primos se fueron de casa con el sueño de aprender inglés y reunirse con su familia, pero murieron en el más mortífero caso de tráfico de personas registrado en Estados Unidos.
Al menos 53 personas perdieron la vida en la tragedia.
Hogar de una comunidad indígena quiché, Nahuala es un pueblo donde se habla poco español y del que han partido muchos migrantes. Algunos envían remesas que ayudan a sus parientes de la zona a construir casas de lujo. Aún así, la mayoría de las familias se ganan la vida cultivando maíz y frijoles en pequeñas parcelas.
«Mi nieto dijo que tuvo un sueño, que iba a realizar su viaje (…) pero no llegó», relató la abuela de Wilmer, Pascuala Sipac, hablando en quiché a través de un traductor.
Los familiares confirmaron su muerte y la de Melvin después de ver fotos enviadas desde una morgue de San Antonio. Ambas honraron a los niños con altares modestos fuera de sus hogares, exhibiendo fotos de los jóvenes junto con vistosas flores.
Wilmer salió de Nahuala cerca del amanacer del 14 de junio hacia Houston, donde su hermano mayor emigró el año pasado. La familia relató cómo tomó un préstamo para pagarle a un contrabandista 35,000 quetzales (4,500 dólares) y su hermano pagaría el resto cuando él llegara.
A las tres de la mañana del jueves, familiares de las víctimas partieron en dos camionetas desde el empobrecido pueblo con documentos oficiales para un viaje de varias horas a Ciudad de Guatemala para ayudar a identificar a los menores.
Al igual que otras familias en América Central y México, quieren un cierre por la pérdida repentina de seres queridos que perecieron en el tráiler en el umbral de una nueva vida al otro lado de la frontera, en Estados Unidos.
A cientos de kilómetros, en el pequeño pueblo de Atexquilapan, en el este de México, Teófilo y Yolanda Olivares esperan información sobre sus hijos Jair, de 19 años, y Yovani, de 16, de quienes supieron por última vez el lunes por la mañana cuando les enviaron un mensaje de que los estaban esperando para ser recogidos y llevados a San Antonio.
Los padres están convencidos de que sus hijos estaban en el camión junto con su primo Misael, de 16 años. Pero las autoridades aún no les han confirmado nada, comentaron.
«Pensar en todo lo que ellos pasaron dentro de ese tráiler me está consumiendo por dentro y más al no saber de ellos», lamentó Yolanda.
Teófilo narró que sus hijos salieron de Atexquilapan el 21 de junio, siguiendo a otros primos que emigraron hace ocho meses. Los muchachos cruzaron el Río Grande hace una semana.
«Tenían muchos sueños de superarse, de no ser siempre toda la vida un empleado (…) de ponerse un negocio», afirmó Teófilo, un zapatero.
Hermelina Monterde, madre de Misael, contó que su hijo tenía la ambición de ir más allá de la tradición zapatera de la familia.
«Él veía el trabajo que tenemos, que sinceramente es muy cansador, porque casi todo el tiempo es estar sentados y a veces, pues también duele mucho la espalda (…) Él decía: ‘mamá, yo no quiero estar siempre así, yo quiero salir adelante'», señaló.
«Él solo se iba unos años (a Estados Unidos) a trabajar y apoyarnos a nosotros», añadió.
La familia acordó entregar a un traficante de personas 200,000 pesos (unos 10,000 dólares) por cada uno para que los llevara a Estados Unidos, confesó el padre de los jóvenes, por lo que tuvo que empeñar su casa para poder hacer el pago.
«No sé qué voy a hacer», dijo.
La familia está pidiendo a las autoridades estadounidenses visas humanitarias para ir al encuentro de sus hijos.
«No quiero una visa para ir a trabajar, a pasear, quiero ir a ver a mis hijos, quiero que estén aquí», suplicó Teófilo, conteniendo las lágrimas.
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