BRASILIA, 11 abr (Reuters) – El auge de la minería ilegal de oro en la mayor reserva indígena de Brasil ha provocado enfermedades, violencia y graves violaciones de los derechos humanos del pueblo yanomami, según investigaciones y denuncias incluidas en un informe https://acervo.socioambiental.org/acervo/documentos/yanomami-under-attack-illegal-mining-yanomami-indigenous-land-and-proposals, en el que se culpa a los altos precios del metal y al apoyo tácito del Gobierno.
El informe, elaborado por la Asociación Yanomami Hutukara y publicado el lunes, constata un aumento del 46% en la explotación minera ilegal el año pasado en los ríos de la reserva, en la que viven unos 29.000 yanomami en el norte de Brasil, lo que supone una amenaza para comunidades aisladas con poco o ningún otro contacto con el exterior.
Bajo el mandato del presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro, que ha abogado por más minería en tierras indígenas, la aplicación de la ley no ha logrado frenar la creciente invasión de las tierras de los yanomami.
La oficina de Bolsonaro y la agencia nacional de asuntos indígenas FUNAI no respondieron a las solicitudes de comentarios sobre las conclusiones del informe.
Los mineros que invaden el territorio yanomami son ahora más audaces, están mejor equipados y a menudo tienen armas automáticas, sostuvo el informe, preparado con el apoyo del Instituto Socioambiental, un grupo de defensa de los derechos ambientales e indígenas.
Utilizando pistas de aterrizaje clandestinas para llevar suministros, los campamentos mineros suelen tener Internet de banda ancha, bares, burdeles y tiendas, según el informe, que atribuye el apoyo a los campamentos tanto a la élite empresarial local como a bandas criminales organizadas que desempeñan un papel más importante en el contrabando de oro.
El informe documenta cómo los puestos de salud indígenas -que fueron abandonados por el personal médico debido a los recortes de fondos del Gobierno y a la falta de seguridad- han sido tomados por mineros ilegales que están usando las pistas de aterrizaje para sus aviones y helicópteros y los edificios vacíos para almacenar sus suministros.
Con el acceso a las redes sociales a través de conexiones de Internet de banda ancha, los mineros pueden advertir a otros sobre las redadas de las fuerzas de seguridad ambiental, que han perdido el elemento sorpresa, según el estudio.
El contacto con los mineros llevó el COVID-19 a la remota región y contribuyó a la propagación de la malaria, lo que ha hecho mella en los yanomami. El mercurio usado para separar el oro de la arena ha envenenado los ríos, lo que ha provocado un aumento de los defectos neurológicos entre los recién nacidos, según el informe.
Los mineros también trajeron alcohol y drogas que se ofrecen a las mujeres yanomami a cambio de sexo, según relatos recogidos por el informe, que incluyen acusaciones de violación.
El año pasado, los jóvenes yanomami intentaron bloquear el paso de los barcos de suministro en el río Uraricoera, lo que provocó enfrentamientos mortales y represalias por parte de los mineros, que dispararon contra la aldea de Palimiu para amenazar a la comunidad.
«La creciente presencia de hombres armados ha hecho que los yanomamis tengan miedo de salir a cazar o incluso de cultivar», afirma el antropólogo Rogerio do Pateo en el informe.
Imágenes de satélite muestran que grupos aislados han trasladado sus casas comunales más adentro de los bosques de la montaña para alejarse del avance de los campamentos mineros.
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