El sol es cada vez más inclemente, y lo seguirá siendo, y es necesario hablar del cáncer de piel, uno de los tipos de cáncer más frecuentes y, la vez, uno de los más prevenibles. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se diagnostican más de 3 millones de casos de cáncer de piel no melanoma y 132.000 casos de melanoma, el tipo más agresivo y mortal.
El principal factor de riesgo para desarrollar cáncer de piel es la exposición excesiva a la radiación ultravioleta (UV) del sol o de fuentes artificiales como las camas solares. Esta radiación puede dañar el ADN de las células de la piel y provocar su crecimiento anormal y descontrolado.
Uno de los primeros signos de alerta del cáncer de piel es la aparición o el cambio de un lunar o una mancha en la piel. Los lunares son agrupaciones de células pigmentadas llamadas melanocitos, que normalmente son inofensivas y tienen un aspecto uniforme y simétrico.
Sin embargo, algunos lunares pueden transformarse en melanomas, que son tumores malignos que se originan en los melanocitos y que pueden invadir otros tejidos y órganos.
¿Cómo saber si un lunar es maligno o benigno? Existen algunas reglas y criterios que pueden ayudarnos a distinguir un lunar normal de uno sospechoso de cáncer de piel. Una de las más conocidas es la regla del ABCDE, que se basa en las siguientes características:
Otra regla que puede ser útil es la del “patito feo”, que consiste en identificar el lunar que se ve diferente al resto de los lunares que tenemos en el cuerpo. Este lunar puede llamar la atención por su tamaño, forma, color o relieve, y puede ser un indicio de melanoma.
Además de estas reglas, hay que estar atentos a otros signos y síntomas que pueden indicar un cáncer de piel, como:
Ante cualquier duda o sospecha, lo más recomendable es acudir al dermatólogo, que es el especialista en el cuidado de la piel. El dermatólogo podrá examinar los lunares y las lesiones cutáneas con un instrumento llamado dermatoscopio, que permite ver las estructuras internas de la piel con mayor detalle y precisión. Si el dermatólogo detecta algún lunar o lesión sospechosa, podrá realizar una biopsia, que consiste en extraer una muestra de tejido y analizarla en el laboratorio para confirmar o descartar el diagnóstico de cáncer de piel.
El tratamiento del cáncer de piel dependerá del tipo, el tamaño, la localización y el estadio del tumor, así como de las características y preferencias del paciente. El tratamiento más habitual es la cirugía, que consiste en extirpar el tumor y un margen de piel sana alrededor.
En algunos casos, puede ser necesario complementar la cirugía con otros tratamientos, como la radioterapia, la quimioterapia, la inmunoterapia o la terapia dirigida, que tienen como objetivo destruir las células cancerosas que puedan haber quedado o que se hayan diseminado a otras partes del cuerpo.
La prevención es la mejor arma para combatir el cáncer de piel. Para ello, es fundamental protegerse del sol y evitar las quemaduras solares, especialmente en la infancia y la adolescencia, que son etapas clave para el desarrollo de la piel. Algunas medidas de protección solar son:
El cáncer de piel es una enfermedad grave, pero que se puede prevenir y curar si se detecta a tiempo. Por eso, es esencial cuidar la piel, protegerla del sol y consultar al médico ante cualquier cambio o anomalía. La salud de la piel es la salud de todo el cuerpo.
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