Detrás de emojis y colores de corazones se esconde una subcultura digital con discursos de odio, misoginia y frustración. Un fenómeno que ya empieza a afectar la forma en que los jóvenes se relacionan y que los padres muchas veces no logran detectar.
Se acuñó en un blog en la década de los 90 como una red de soporte; sin embargo, ahora también ha cobrado otro peligroso significado.