Epigmenio Centeno había esperado cruzar la frontera mexicana hacia Estados Unidos en los próximos meses, pero él y su esposa abandonaron sus planes por miedo a ser separados de sus dos hijos bajo la nueva política migratoria de «tolerancia cero» del presidente estadounidense, Donald Trump.
El dilema de la familia refleja como los migrantes deben decidir ahora, en el camino desde Centroamérica hasta la frontera entre México y Estados Unidos, si perder de vista a sus hijos es peor que la violencia en sus países de origen.
Centeno, un cartero de 40 años en El Salvador, comenzó su viaje hacia el norte con su familia hace más de un año cuando se encontró en medio de una brutal batalla territorial entre las dos pandillas más violentas de Centroamérica: MS-13 y Calle 18.
La familia pasó meses buscando la condición de refugiado en México -un paso que más y más centroamericanos toman- para evitar la extorsión o la deportación mientras ahorran para dar el próximo paso hacia Estados Unidos.
Luego, los cuatro emprendieron un lento viaje a Ciudad Juárez, donde habían planeado cruzar la frontera estadounidense, entregarse a la patrulla fronteriza y pedir asilo.
Pero después de ver noticias niños llorando en jaulas, Centeno dijo que sus planes cambiaron y decidieron pasar más tiempo en México, tomando un trabajo mal pagado en la cocina de un restaurante de mariscos en vez de arriesgarse a perder a sus hijos indefinidamente.
«Uno viene con la intención de ir a los Estados Unidos para superarse y por sus hijos», dijo, flanqueado por Axel de 9 años y Steven de 3 años. «Y así como hoy, está difícil porque si uno entra y le separan a uno, le quitan de toda la vida los hijos a uno. Aquí pienso quedarme, en México, ya establecerme», añadió.
«CRUEL E INHUMANA»
Un repunte de la cantidad de migrantes centroamericanos detenidos en la frontera sur de Estados Unidos llevó al gobierno de Trump a implementar la política migratoria de «cero tolerancia». La mayoría huye de la violencia de las pandillas en sus países empobrecidos.
La política, que se anunció en abril, ordena que a todos los migrantes que se detenga cruzando ilegalmente la frontera entre México y Estados Unidos se les procese penalmente.
Los padres remitidos por los agentes fronterizos para su enjuiciamiento son retenidos en cárceles federales, mientras que sus hijos son trasladados a refugios fronterizos de la Oficina del Reasentamiento de Refugiados, una agencia del Departamento de Salud y Servicios Humanos.
El Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos dijo el martes que 2,342 niños habían sido separados de sus padres en la frontera entre Estados Unidos y México entre el 5 de mayo y el 9 de junio.
La política ha sido condenada por la oposición demócrata, por algunos compañeros republicanos de Trump, funcionarios de Naciones Unidas, profesionales médicos y activistas de derechos humanos.
Si más migrantes como Centeno eligen a quedarse en México, podría suponer un nuevo desafío para un país que ya está luchando con un vertiginoso aumento de 11 veces en las solicitudes de asilo de 2013 a 2017.
«No me puedo arriesgar a que me las quiten», dijo Reina Esmeralda, que dejó El Salvador con sus dos hijas, en la ciudad mexicana Ixtepec, cerca a la frontera con Guatemala. «Prefiero trabajar aquí en vez de irse más allá a arriesgarse a que se los quiten a uno», añadió.
El canciller mexicano, Luis Videgaray, calificó el martes las separaciones como «crueles e inhumanas» e instó al gobierno estadounidense a reconsiderar la medida. También dijo que México trabajará estrechamente con los gobiernos centroamericanos para abordar la situación.
«Ese es un efecto indirecto de la política de Trump, que seguro saben, pero que no les importa, echarle a México el problema», dijo Gustavo Mohar, un exfuncionario mexicano de migración.
«NO PUEDO ESTAR ALLÁ»
Sin embargo, otros, a escasa distancia de su objetivo, y después de viajes agotadores desde Centroamérica, dijeron que no estaban dispuestos a rendirse y volver a los horrores que han dejado atrás.
En la ciudad fronteriza de Tijuana, una docena de familias inmigrantes entrevistadas por Reuters dijeron que intentarán cruzar pese a los riesgos.
Josué Méndez y su novia, Carmen Palma, dijeron que dejaron San Salvador con sus tres hijos después de que un miembro de una pandilla presionó a Palma para que se convirtiera en su pareja sexual.
Méndez, quien ya fue deportado de Estados Unidos, dijo que otros migrantes en la ciudad mexicana de Hermosillo le aconsejaron que solicite asilo en el paso fronterizo para minimizar los riesgos de que su familia sea separada bajo la nueva política.
«La mentalidad nuestra era cruzar al otro lado y esperar a la patrulla fronteriza», dijo en un refugio para migrantes en Tijuana, mientras su familia preparaba su solicitud. «Nos explicaron que ya no era así, que mejor me anotara y esperar aquí. Y así hemos hecho», añadió.
Vanessa Bonilla también preparó su solicitud de asilo para Estados Unidos después de haber viajado con sus tres hijos pequeños desde Honduras. A pesar de los riesgos, estaba convencida de que era mejor que volver a las pandillas que dijo mataron al padre de sus hijos y la amenazaban ahora a ella.
«Allá ya no puedo estar allá, en Honduras no puedo estar», enfatizó.
(Reuters – Reporte de José Luis González y Anthony Esposito. Reporte adicional de José Cortés en Ixtepec y Gabriel Stargardter en Ciudad de México.
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