A sus 67 años, la artista peruana sostiene que siempre le ha cantado a sus problemas. Esa es su forma de expresarse.
Son pocas las guitarras que comprenden el dolor de quien la toca. Son pocas las cuerdas que reflejan la pasión de quien la acompaña. Son pocas las canciones que embarcan a una cantante a registrar la sonrisa de su alma. Esta es la realidad de Eva Ayllón.
“Cuando recién inicié, tenía vergüenza de ser negra, de mi pelo, de mi transpiración”, dice la cantante de 67 años, quien, superado sus miedos y orgullosa de lo que ha logrado, se muestra como una profesional de la vida más que de la música.
Para Eva, no es difícil responder que escuchar sus canciones es una forma de conocerla, aquellas creaciones que muchos optan corearla cuando la selección peruana juega y no tanto para comprender la realidad de una mujer emergente.
“Siempre le he cantado a todos mis problemas, mis desamores, mis temores, mis miedos, mis vergüenzas. Siempre lo he hecho. Esa es una forma de expresarme”, responde sin titubear. Y es que la vida fue así con ella, pero no se amilana a pesar de las trabas.
Todo inició en una quinta ubicada en el distrito de Lince, en el tercer piso de un edificio donde las ganas de salir adelante eran más que las de caer en el olvido. Desde allí, comenzó a aceptar la realidad que le tocó vivir, así como a muchos emigrantes que vivían en la zona.
Hubo un momento donde todo se fue nublando. A raíz de todos los problemas que la embargaban, el corazón de la cantante recibió la visita inesperada de la depresión. Esta no solo puso en duda lo que era, sino también el motivo de su presencia en la tierra que la vio nacer.
Sin embargo, Eva confiesa que, gracias a la música, logró escapar del hoyo al cual estaba siendo llevada. “Mejor que mujer, he sido una mejor cantante. Mejor que hubiera pasado así, porque no sería lo que soy ahora”, enfatiza.
Ahora, luego de varios años de vida artística, Eva no se inmuta al decir que, tras pasar los 60 años de edad, piensa que la muerte puede llegarle en cualquier momento; no obstante, saber que su vida ha sido gratificante al haber conseguido muchas cosas.
Está contenta de haber arreglado los problemas con su madre. Está feliz por haber sido responsable del cuidado de su progenitora hasta el último día de su vida. Está agradecida por todo el amor que las personas le transmiten a donde vaya.
Por eso, antes de iniciar un show, se mira al espejo y se conversa, se aconseja, se escucha. Porque sabe que, a raíz de todo lo que ha pasado, su corazón sigue abierto.
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