La reportera de Latina Noticias presenta su libro 'Palabra de maestro: crónica de un desgobierno'. Aquí, recopiló historias inéditas sobre la campaña, gobierno y caída de Pedro Castillo.
La reportera de Latina Noticias, Stefanie Medina, presenta su libro ‘Palabra de maestro: crónica de un desgobierno’, por la editorial Igneo. Como parte de su trabajo como periodista, pasó cinco meses siguiendo de cerca al expresidente Pedro Castillo en la campaña a la presidencia. Recopiló historias inéditas y respondió preguntas que hasta el día de hoy siguen generando misterio.
El libro será presentado en la librería El Virrey (calle Bolognesi 510, Miraflores) a las 6:45 p.m. Fernando Vivas y Martín Riepl estarán presentes para los comentarios. Lee aquí un adelanto de este libro.
«Pero ¿Guido Bellido ya renunció?». Mirtha Vásquez le hizo esta pregunta a Pedro Castillo. Le acababan de ofrecer el premierato, regresó de emergencia desde Cusco, estaba con jean y su maleta. Castillo la
había citado de urgencia en Palacio de Gobierno.
«¡Ay!», el presidente se agarró el sombrero. «¡La renuncia! Me había olvidado». Miró a dos asesores que estaban detrás de él. «Vayan y pídanle la renuncia, pues».
Los dos primeros jefes de gabinete del gobierno de Pedro Castillo no escogieron a ninguno de sus ministros. Ni Guido Bellido ni Mirtha Vásquez. Esa fue la primera conclusión que tuve antes de sentarme a escribir este capítulo y después de escuchar las grabaciones de las conversaciones que había tenido. Creo, sin embargo, estimado lector, que es de extrema importancia saber, conocer cómo se terminan de tejer las redes de influencia en este último tramo para la construcción de un gobierno que va, entre traspié y traspié, ya un año.
El 21 de julio del 2021, luego de ser proclamado como ganador de las elecciones generales, Pedro Castillo llegó hasta Palacio de Gobierno, invitado por el presidente de la República de ese momento, Francisco Sagasti Hoschhausler. Sagasti, de 76 años, venía de jurar como presidente del Perú en noviembre del 2020, luego de la renuncia de Manuel Merino de Lama, quien gobernó por menos de cinco días después de la vacancia hecha por el congreso al anterior presidente, Martín Vizcarra, quien a su vez fue el vicepresidente de Pedro Pablo Kuczynski, quien renunció antes de ser vacado por el Congreso por el escándalo del caso Westfield Capital. Demasiados presidentes para tan pocas líneas, pero increíblemente así fue, y todo lo mencionado pasó en tan solo cinco años.
Pero regresemos al 2021. Tenemos un nuevo presidente. Pedro Castillo tenía el documento nacional de identidad azul, por lo que una de las primeras misiones fue cambiar este documento a uno más moderno, como ya estaba vigente en el Perú. En medio del asedio de la prensa fue a canjear su DNI electrónico. Afuera, declaró a los medios lo siguiente:
Muy buenas tardes a todo el Perú. Para nosotros es sumamente honroso saludar al pueblo peruano, pido tranquilidad, serenidad al pueblo peruano. Esta es una responsabilidad no solamente del gobierno, esta es una responsabilidad de todos los peruanos. En ese contexto creo manifestarles de que nosotros estamos haciendo una convocatoria a todos los técnicos a las personas más distinguidas y comprometidas del país, estamos estructurando un equipo de trabajo; veo que hay personas bastante interesadas en contribuir en el apoyo a este gobierno, de todas las tiendas políticas, personas que también no son políticos, pero sí personas que de una u otra forma hoy los he visto, tienen toda la disponibilidad para encaminar este gobierno.
Pido al pueblo peruano de que esta es una oportunidad para darle a todos los espacios sociales (…) El pueblo necesita lealtad (…) lo más urgente que es la salud del pueblo y luego ver la manera de hacer todo lo posible para ver la situación económica. Muchas gracias.
A las 4:00 p. m., Francisco Sagasti recibió a su sucesor por la puerta de Desamparados, que queda al costado de la Casa de la Literatura. Cuatro personas: Bruno Pacheco, Gianmarco Castillo Gómez, Franco Pomalaya y José Luis Quispe llegaron antes para afinar detalles. El ingreso de ellos fue registrado a las 2:14 p. m. Francisco Sagasti le empezó a mostrar, según testigos a un deslumbrado Castillo, el Salón Dorado, el despacho presidencial y otros espacios del imponente Palacio de Gobierno. Los participantes alrededor de la reunión aseguran que el trato fue bastante cordial. Incluso con algunas bromas de por medio.
—¿Y a dónde voy a poner mis animales? —dijo sonriendo Castillo, intentando romper el hielo y tratando de sentirse el dueño de la situación; total, con animales o sin ellos, era el próximo que iba a vivir ahí.
—Puede ser por acá —dijo Sagasti, señalando el jardín—, pero tenga cuidado con la Higuera de Pizarro.
La reunión no duró mucho. Igual hubo tiempo para un encuentro un poco más privado que se dio en el despacho del presidente que está en la residencia, uno más pequeño. Ahí el presidente Francisco Sagasti habló sobre el pasado sindicalista de Castillo, una conversación en la que Sagasti, según algunos testigos, dijo lo siguiente: «Mire, usted es un sindicalista exitoso con sus reclamos, pero ahora está del otro lado, es una forma de pensar diferente». Castillo solo asentía con la cabeza, y por asociación el sombrero también.
Como este encuentro fue corto y con muchas personas alrededor, Sagasti decidió invitar al presidente a desayunar en su casa en el distrito de La Molina. Una casa bastante bonita, bien cuidada, con jardín y varios espacios. El presidente en funciones quería contarle detalles sobre cómo estaba dejando el Perú, cómo estaba quedando todo, qué había dejado encaminado y dónde se requería continuar y dónde empezar.
El siguiente sábado, Pedro Castillo llegó a la casa de Francisco Sagasti con varios de sus acompañantes. Los asistentes del presidente Sagasti habían preparado otro ambiente para ellos.
Solo se pudo hablar de las vacunas, específicamente, sobre la vacuna rusa Sputnik.
Dos meses después, Castillo anunció la instalación de planta de producción de vacunas Sputnik V en Perú. Sin embargo, este proyecto no avanzó porque hubo problemas de acreditación de la vacuna.
Si bien Sagasti pudo haber pensado que este encuentro iba a durar más tiempo, solo se pudieron reunir por una hora. El futuro mandatario le dijo al aún presidente que tenía una reunión importante, por lo que tuvo que abandonar el desayuno.
Ese mismo día, salía en el diario oficial El Peruano una resolución del despacho presidencial, la N.° 000047-2021-DP/SG, en la que se aprobaba la modificación del clasificador de cargos del Despacho Presidencial.
Consultado sobre este tema, Francisco Sagasti ha dicho en entrevistas que no tuvo conocimiento de la firma de esta resolución hasta que la vio ya impresa en El Peruano. «Me pareció la cosa más absurda del mundo, yo no lo hubiera permitido», le dijo a uno de sus asesores.
Quien firmó este decreto fue su secretario general, Félix Pino. Consultado sobre el tema, Pino no respondió sobre por qué se cambiaron los requisitos para la designación del secretario general. Antes se solicitaban grados académicos. El único requisito ahora era ser designado por el presidente de la República. Bruno Pacheco, compañero de aventuras sindicalistas de Pedro Castillo, sin ninguna experiencia en el sector público, excepto haber sido profesor, fue designado para este cargo.
El 26 de julio del 2021, Vladimir Cerrón ingresó sin mirar a los costados ni dar declaraciones al Centro de Convenciones de Lima, ubicado en San Borja; minutos después también llegó Roger Nájar. «No es parte del equipo, pero es el que coordina varias actividades políticas», le dijo Nájar a los periodistas que le consultaban por la presencia del secretario de Perú Libre en el lugar.
Guido Bellido, según me cuenta, también llegó al Centro de Convenciones. «Me pasé todo el día conversando; ahí nos conocimos con la gente, los otros que iban a ser ministros, pero yo fui en ese momento en calidad de congresista». Mientras conversábamos para este libro, Guido Bellido se acercó más a su mesa y empezó a dibujar un garabato en el cuaderno que estaba encima de su escritorio. «Ahí se ha visto la posibilidad de mi participación. Pedro Castillo llega en la noche, cuando yo ya me había ido, y me llamó Roger Nájar. Me pidió que regrese y recibí la propuesta». «Mañana juramentas en Ayacucho», le dijo Castillo. «No uses sombrero», puntualizó.
Guido Bellido quería usar su sombrero chumbivilcano, pero le hizo caso al presidente. Bellido decidió mantener en el más estricto secreto la propuesta que había aceptado. No le contó a nadie, ni a su familia. «Los mandaba al desvío. ¡Yo no le conté a nadie, a nadie!», insiste. «Creo que él pensó que yo no iba a decir que sí, pero le dije que sí en ese mismo momento».
Este fragmento de la historia fue visto por la mayor parte de peruanos por televisión. Nadie se imaginaba que Guido Bellido iba a ser premier, ni siquiera él mismo. «Yo creo que Castillo pensaba que yo no iba a llegar a Ayacucho. Ese día yo creo que había cinco premieres», sonríe Guido, y continúa: «Las propuestas éramos Roger Nájar, Dina Boluarte, Verónika Mendoza, Richard Rojas y yo».
Consulté a algunas fuentes que tenía por esos mismos días y recibí la información de que Richard Rojas iba a ser el premier. Luego me enteré de que fue el mismo Guido Bellido quien animó a Rojas a pasar la voz de esa posibilidad, cuando él ya sabía que iba a ser el primer presidente del Consejo de Ministros del gobierno de Pedro Castillo.
—¿Usted escogió a algún ministro?
—No. Ya estaban todos escogidos; ya los habían elegido, igual yo no quería poner a nadie —Bellido se cruza los brazos y continúa—: Las propuestas ya estaban dadas.
El 29 de julio, la pampa de la Quinua en Ayacucho (glorioso lugar donde en 1824 el ejército realista fue derrotado por las fuerzas patriotas lideradas por Antonio José de Sucre) se preparaba para un suceso muy importante. El nuevo presidente iba a jurar simbólicamente y además tomaría juramento a su primer ministro. Nadie tenía claro quién era.
Recién llegado del aeropuerto, Guido Bellido se saca el sombrero a regañadientes y cuando llega a la Pampa de la Quinua se toma una pausa y empieza a examinar el panorama. Un estrado enorme con el nombre del presidente en una silla. Bellido no vio su nombre, pero sí el de Verónika Mendoza y el de Dina Boluarte. Le entró la duda. «Seguro van a nombrar a otro», pensó. Como había llegado antes que el presidente, todos los funcionarios encargados de la organización del evento corrían por toda la pampa con bastante dificultad. Coordinar una juramentación simbólica no es fácil y menos a 3275 metros sobre el nivel del mar. Detuvo a un funcionario de cancillería y le preguntó:
—¿Sabe usted dónde va a ir la silla del presidente del Consejo de Ministros?
—¿Quién va a ser el presidente del Consejo de Ministros? —le preguntó el funcionario de protocolo de Cancillería.
—No sé, pero tiene que tener su silla, como congresista le digo que el presidente del Consejo de Ministros necesita su silla.
El funcionario de Cancillería se le quedó mirando con rostro de incredulidad. «Ahí me molesté porque me miró como desafiante», me contó. «Yo voy a ser el presidente del Consejo de Ministros», dijo enérgico Bellido, sin fajín ni sombrero y en ese momento sin lugar donde sentarse. El funcionario tomó aliento, la altura hacía el trabajo complicado y un congresista preguntando cosas que no le competen, aún más. «Mire, allá va a haber una silla. Va usted y mire atento mis señales», le dijo el encargado del protocolo señalando el estrado principal. «Creo que no me creyó. Qué congresista tan atrevido, habrá pensado». Bellido se levanta de su asiento y continúa. Richard Rojas, jefe del comando de campaña de Perú Libre, llega y conversa con Guido. Este último le pregunta:
—¿Seré yo?
—De repente, empieza a pasar la voz a tus amigos entonces —le dijo Bellido.
La ceremonia empezó y Pedro Castillo estaba sentado al lado de su esposa, Lilia Paredes; al otro lado estaba el presidente de Argentina, Alberto Fernández. Guido Bellido decidió sentarse junto a los parlamentarios invitados al evento. El funcionario de protocolo le pidió que se acerque y lo llevó a sentarse al costado de Verónika Mendoza. El saludo fue cordial y empezaron a tener una conversación tranquila. La tranquilidad de Mendoza, según Bellido, se alteró cuando vio caminar hacia ella a un funcionario con un fajín en la mano. Mientras el encargado de protocolo iba avanzando paso a paso, Bellido miraba hacia otro lado. El funcionario avanzaba hacia Mendoza, cuando llegó hasta su silla se acercó y le dijo: «Permiso, por favor», luego el encargado se agachó para decirle a Bellido: «Señor, aquí está el fajín, usted va a caminar hacia allá para jurar al cargo».
«Pasu, va a ser él», habría dicho Verónika Mendoza, a quien buscamos insistentemente para este libro, sin recibir respuesta.
—¿Qué dijo Verónika Mendoza? —le pregunté.
—La verdad, no quise ni mirarle la cara, porque tal vez se pone mal, fue un momento complicado —Bellido, sentado frente a mí mientras me cuenta este episodio trata de desdibujar la sonrisa que terminaría en unos segundos en tremenda carcajada.
—Levanta la mano —le dice Castillo—. ¿Juráis por Dios y estos Santos Evangelios desempeñar leal y fielmente el cargo del presidente del Consejo de Ministros que os confío?
—Por los más de treinta millones de hermanos, por la lucha contra la corrupción, por el trabajo para nuestro pueblo peruano. Continúa en quechua: Muy queridos hermanos y hermanas, muy sufridos, hermanos, por ustedes, ¡sí juro!
«Fue un éxito todo», me dice el hoy congresista, «pero ¡hay algo más!: regresé y abracé a Verónika Mendoza», me dice sin evitar la carcajada, inevitablemente contagiosa. Luego del juramento que paralizó a varios, por no decir a todos, el edecán del presidente del Consejo de Ministros habría estado también cerca a Dina Boluarte, tan cerca, que ella le pidió que le sostenga algo. Cuando el edecán vio jurar a Guido Bellido, le tuvo que devolver de inmediato el encargo de Boluarte e ir con su nuevo premier.
Nadie se esperaba a Bellido, ni los mismos ministros. Luego de jurar al cargo, el nuevo premier Bellido por fin tuvo una silla y se sentó a ver el espectáculo que se había preparado: bailes ancestrales y danzantes de tijeras.
Subieron todos al helicóptero y fueron directo al aeropuerto. «Ahí recién lo veo (de cerca) a Bruno Pacheco, me llamó la atención su corte de cabello, medio raro, ¿no?», concluye Guido.
De regreso a Lima, Bellido ni se imaginaba que le dirían que entregue su renuncia a las horas de haber jurado. «Pedro Castillo me solicitó mi renuncia cuando llegamos a Lima». Bellido recuerda que no tenía nada en contra de Pedro Francke ni de Aníbal Torres, pero estos dos funcionarios se negaron a ser ministros si es que él iba a ser el premier. «Cuando yo juramenté, el mundo empezó a levantarse», agrega.
El avión con el presidente y los ministros llegó a Lima. Guido Bellido fue directamente al centro de convenciones. A continuación, relataré lo que sucedió al interior y que hasta el momento no ha sido revelado en otro medio.
Todos los peruanos que estuvieron atentos a las señales de televisión de ese momento se quedaron bastante intrigados con lo que tenían frente a sus pantallas. La juramentación de los nuevos ministros estuvo pactada para las 8:00 p. m., pero no se dio hasta minutos antes de la medianoche. Los reporteros que estuvimos afuera del centro de convenciones también tuvimos que esperar hasta esa hora. Como el lugar es bastante grande hubo varios equipos de reporteros en distintos ángulos. Los invitados ingresaban por la puerta de la avenida Javier Prado y por ahí no se permitían periodistas, pero algunos presentes dieron detalles. Había tres espacios donde se reunían los futuros ministros, mientras que en otro estaban Guido Bellido y su secretario. El presidente aun no llegaba. De pronto, Bellido recibió una llamada a eso de las 8:00 p. m.
—Tienes que poner tu carta de renuncia —le dijo Castillo.
—Presidente, ¿qué pasa? ¿Es una broma o qué? —dijo Bellido.
—Los ministros no quieren jurar si tú estás en el cargo.
Guido Bellido le dijo que no renunciaría.
—Pero no hay por qué —dijo Bellido—. ¿Cómo voy a renunciar?
«¿Y Vladimir?», le pregunté a Guido Bellido en nuestra charla. «En su mundo, tal vez. No hablé con él en ese momento. Pero mi celular parecía pestaña de tragamoneda».
«Había disconformidad, y esa disconformidad fue porque todos nos enteramos sorpresivamente de que Guido Bellido iba a ser premier; hubo una sensación de malestar porque nos habíamos enterado recién, no sabíamos por qué tenía que ser Guido Bellido», me cuenta un ministro que pidió mantener en reserva su identidad. «En ese momento, planteamos la objeción, pero ya estábamos ahí».
No habría sido solo ese tema, según los participantes en esta jornada, premonitoria del modus operandi de gobernar de Castillo. También, mientras todo el Perú esperaba, hubo una larga conversación y nadie se levantaba a decir «Vamos a juramentar». «Yo siento que me han pasado por encima, pero igual voy a jurar», dijo otro ministro. «Presidente, disculpe, tiene todo mi apoyo, pero yo no voy a juramentar», dijo a su vez Pedro Francke. Este último había acompañado a Pedro Castillo desde el inicio de la campaña, fue presentado por Verónika Mendoza luego de firmar el acuerdo entre Perú Libre y Juntos por el Perú. Había una discrepancia de ideas relacionadas con la economía y la diversidad e igualdad de género de Guido Bellido, ideas con las que Francke no estaba dispuesto a tranzar.
Como ya todo estaba listo, muchos se sentían preocupados. «¿Cómo va a quedar el presidente?», decían unos. «¡Recién estamos empezando el gobierno!», señalaban otros. Los que no cedieron hasta el final de la velada fueron, como lo sabemos todos, Pedro Francke y Aníbal Torres. «Yo soy de izquierda, pero no tanto», dijo Aníbal. Pedro Francke había intentado hablar por teléfono con Castillo durante todo el día, sin éxito. Mientras algunos ministros intentaban convencerlo de jurar al cargo, uno de ellos le dijo al presidente: «Puede juramentar un gabinete incompleto». Y así fue. Francke abandonó el centro de convenciones tras no ceder ante los pedidos del presidente.
Te puede interesar:
También te puede interesar