Un estudio revela que dos cepas de bacterias beneficiosas pueden reducir la presión arterial alta en ratones.
La hipertensión es un problema de salud que afecta a millones de personas en el mundo y que aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Aunque existen tratamientos farmacológicos para controlar la presión arterial, también se ha demostrado que algunos factores dietéticos y ambientales pueden influir en su regulación.
Entre estos factores, destaca el papel de la microbiota intestinal, el conjunto de microorganismos que habitan en nuestro intestino y que participan en funciones como la digestión, la inmunidad o el metabolismo. Se ha observado que las personas con hipertensión tienen una menor diversidad y riqueza de bacterias intestinales, lo que sugiere que existe una relación entre el desequilibrio de la microbiota y la elevación de la presión arterial.
Para explorar esta relación, un equipo de investigadores de la Universidad de la Ciudad de Hong Kong y la Universidad Agrícola de Mongolia Interior realizó un estudio con ratones hipertensos, a los que administraron dos probióticos, es decir, bacterias vivas que pueden tener efectos beneficiosos para la salud.
Los probióticos elegidos fueron Bifidobacterium lactis y Lactobacillus rhamnosus, dos cepas que se encuentran comúnmente en alimentos fermentados como el yogur o el queso.
Los resultados del estudio mostraron que el tratamiento con los dos probióticos logró reducir la presión arterial, sistólica y diastólica de los ratones a niveles normales. Además, los investigadores analizaron cómo los probióticos alteraron la composición de la microbiota intestinal de los animales, identificando microbios específicos y vías metabólicas que podrían explicar el efecto protector.
Estos hallazgos apoyan la idea de que los probióticos podrían ser una alternativa o un complemento al tratamiento tradicional de la hipertensión.
Sin embargo, los investigadores advierten que se trata de un estudio preliminar realizado en animales y que se necesitan más estudios en humanos para confirmar la eficacia y seguridad de los probióticos para controlar la presión arterial. Asimismo, señalan que no todos los probióticos tienen el mismo efecto y que cada cepa debe ser evaluada por separado.
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