El sacerdote chiclayano Edgar Rimaycuna fue nombrado secretario personal del papa León XIV.
Desde Chiclayo, la familia Rimaycuna Inga vive días de emoción y orgullo. El sacerdote Edgard Rimaycuna, oriundo de esta ciudad del norte del Perú, ha sido nombrado por el papa León XIV como su secretario personal, un cargo de enorme responsabilidad que marca un hito en su trayectoria y en la historia de la Iglesia peruana.
Sus padres, Mauro Rimaycuna y Elisa Inga, ambos docentes, cuentan con emoción que la última vez que hablaron con su hijo fue en el Día de la Madre. “Nos llamó a la 1:30 de la tarde para saludarme. Lo vimos muy contento al lado del papa. Incluso tuve el privilegio de intercambiar unas palabras con él. Nos pidió que recemos mucho para que puedan conducir adecuadamente el destino de la Iglesia”, recuerda Mauro.
La historia de Edgard junto a Robert Prevost —hoy papa León XIV— comenzó años atrás. Ya era su secretario cuando Prevost era obispo. Luego, cuando fue nombrado cardenal y se trasladó al Vaticano, Edgar lo acompañó. Hoy, con Prevost convertido en papa, el vínculo se mantiene y se fortalece: Rimaycuna sigue siendo su mano derecha.
“Estoy muy feliz, realmente emocionada. Como madre, como padres, toda la familia está feliz por esta designación tan linda. Los vecinos, los padres de familia, me escriben, me felicitan, me mandan audios. Es una emoción que no se puede describir”, comparte conmovida doña Elisa, quien aún no cree que su hijo esté tan cerca del sumo pontífice.
Uno de los momentos más conmovedores lo vivió el último domingo, cuando el papa León XIV apareció en una videollamada junto a su hijo para saludarla por el Día de la Madre. “Lloré con mi esposo. Me parecía mentira que estuvieran tan cerca. Es una alegría inmensa que no cabe en nuestro corazón”, confiesa.
Los padres de Edgard también recuerdan con cariño su viaje a Roma en 2019, cuando conocieron al papa Francisco. “Pudimos estrechar su mano, fue muy emocionante. Fue una experiencia muy linda que jamás olvidaremos”, cuenta su madre.
Desde pequeño, Edgard mostraba un fuerte vínculo con la fe. “Nos acompañaba a misa todos los domingos. Como padres, siempre le inculcamos el amor a Jesús. Le encantaba servir como acólito. Siempre fue un chico muy tranquilo y los seminaristas también le enseñaron valores religiosos y morales”, dice su padre con orgullo.
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