Pamela Ríos reflexiona sobre la situación del fútbol femenino en nuestro país, a nivel de equipos y nacional. ¿Las futbolistas cuentan con los recursos para desarrollarse?
Por Pamela Ríos
El proyecto del fútbol femenino en el Perú parece haber sido una simple ilusión que hoy se desvanece y nos vuelve a mostrar la cruda realidad del deporte amateur en nuestro país. La Liga Femenina llegó en el 2021, tras un amargo 2020 donde la mayoría de deportes fueron paralizados debido -lastimosamente- a la pandemia del Covid-19 y al poco interés de las autoridades en reactivar cualquier competencia deportiva, salvo el fútbol profesional de varones.
Este panorama llegó en un contexto donde parecía que -al fin- las futbolistas, porque así deben ser llamadas, empezaban a ganar terreno en un espacio, donde hasta años anteriores eran ignoradas. «Queremos Ser Vistas» fue la campaña de difusión que inició un grupo de jugadoras a fines del 2019 en el que pedían herramientas básicas para desarrollarse y, sobre todo, tener mayor alcance nacional. Pues, hasta ese entonces, todos los partidos de la Copa Perú Femenina se jugaban a puertas cerradas: ni familiares ni amigos podían asistir a los encuentros, que muchas veces eran programados con dos días de anticipación.
Fue así como a fines de dicho año (2019), la Federación Peruana de Fútbol (FPF) prometió un campeonato con parámetros profesionales, aun siendo amateur. Este tardó en llegar -por los puntos anteriormente explicados- y recién en el 2021, con el apoyo e impulso de la televisión (Movistar Deportes) logró concretarse. Fueron dos años de aparente auge del fútbol femenino peruano hasta que hoy, casi tres años después y ya sin tanta presión mediática, nuevamente parece desvanecerse.
La actual temporada de la Liga Femenina comenzó con reclamos por parte de las futbolistas. La programación de los partidos volvió a hacerse entre semana, como si las jugadoras en nuestro país pudieran vivir del fútbol y no tuvieran mayores responsabilidades: más del 90% de futbolistas en el Perú no cuentan con un contrato profesional; es decir, no cobran un sueldo, al menos, básico a fin de mes para mantenerse, por lo que necesitan estudiar o trabajar en otro rubro.
En tanto, en la primera semana del hexagonal final, un reclamo por parte de Universitario de Deportes expuso las condiciones en las que, nuevamente, las futbolistas estaban expuestas. El estadio Florencia de Mora, ubicado en la ciudad de Trujillo, fue habilitado para el encuentro entre la “U” y Carlos A. Mannucci aún sin contar con servicios bajos y estructuras sólidas. Todo lo contrario, los campos de juegos contaban con desniveles que podrían ocasionar graves lesiones.
La realidad en la selección peruana es similar. Semanas atrás fue presentada Emily Lima, primera seleccionadora de Brasil, como nueva DT del conjunto nacional. Y si bien su llegada podría llenarnos de ilusión, esta se disipa cuando se recuerda las gestiones de los últimos años. Pues, recordemos que antes del arribo de la brasileña ningún técnico se pudo consolidar con el equipo mayor. Más aún luego de la escandalosa salida del estratega Doriva Bueno, que acabó con el retiro definitivo de la selección de Adriana Lucar, quien hoy es la mejor jugadora del fútbol peruano con 50 goles en el torneo local.
En cuanto a los resultados obtenidos, el panorama es desalentador. En la última Copa América que disputó Perú (2022), al mando del DT Conrad Flores, la blanquirroja no pudo ganar ni empatar un solo partido y quedó última en el grupo que compartía con Brasil, Argentina, Venezuela y Uruguay, quien además nos goleó 6-1 y 3-1 en los últimos amistosos disputados.
Ahora, este 14 y 18 de julio, en Buenos Aires, Perú enfrentará a Argentina y River Plate en encuentros de preparación. Y seguramente caerán otra vez las críticas. Pero, ¿cómo exigirle a una selección que aún no cuenta con todos los recursos necesarios para desarrollarse, sin microciclos permanentes y que tiene de base una Liga tan precaria como la nuestra? La respuesta es simple: no se puede.
Eso sí, ojalá algún día el panorama cambie y esa ilusión se renueve, pero esta vez para siempre.
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