El cáncer de hígado es una enfermedad grave que afecta a miles de personas cada año. Según la Sociedad Americana del Cáncer, se estima que en el 2021 se diagnosticarán unos 42.230 casos nuevos de cáncer de hígado y se producirán unas 30.230 muertes por esta causa en Estados Unidos. El Perú ocupa el primer lugar en incidencia de casos de cáncer de hígado a nivel latinoamericano. En el 2018, se diagnosticaron un total de 2 317 nuevos casos y se produjeron 2 239 fallecimientos por esta causa.
El cáncer de hígado se produce cuando las células del órgano crecen de manera anormal y forman tumores malignos. El tipo más común es el carcinoma hepatocelular, que se origina en las células principales del hígado (hepatocitos). Otros tipos menos comunes son el colangiocarcinoma, que se origina en los conductos biliares, y el angiosarcoma, que se origina en los vasos sanguíneos.
¿Cuáles son las causas de este tipo de cáncer? Su origen suele estar relacionado con factores de riesgo como la infección crónica por los virus de la hepatitis B o C, la cirrosis, el consumo excesivo de alcohol, la obesidad, la diabetes o la exposición a sustancias tóxicas. Sin embargo, en algunos casos se desconoce la causa exacta.
El problema del cáncer de hígado es que suele ser asintomático en sus etapas iniciales, lo que dificulta su detección precoz y su tratamiento efectivo. Por eso, es importante estar atento a cualquier señal de alarma que pueda indicar un problema hepático. Algunos síntomas que pueden alertar sobre la presencia de cáncer de hígado son los siguientes:
Ante cualquiera de estos síntomas, es recomendable consultar con un médico lo antes posible para realizar las pruebas diagnósticas pertinentes, como análisis de sangre, ecografía, tomografía computarizada (TC), resonancia magnética (RM) o biopsia hepática. El diagnóstico temprano puede mejorar las opciones de tratamiento y el pronóstico de la enfermedad.
El tratamiento del cáncer de hígado depende del tipo, el tamaño, la localización y la extensión del tumor, así como del estado general de salud del paciente.
Las opciones terapéuticas pueden incluir cirugía para extirpar el tumor o parte del hígado afectado, trasplante hepático para reemplazar el órgano enfermo por uno sano de un donante, ablación para destruir las células cancerosas mediante calor o frío extremo, embolización para bloquear el flujo sanguíneo al tumor, radioterapia para aplicar radiación dirigida al tumor, quimioterapia para administrar fármacos que matan las células cancerosas o terapias dirigidas o inmunoterapias para atacar específicamente las células cancerosas o estimular el sistema inmunitario.
El cáncer de hígado es una enfermedad grave pero potencialmente curable si se detecta a tiempo. Por eso, es fundamental prevenir los factores de riesgo, vacunarse contra la hepatitis B, realizarse pruebas periódicas si se tiene hepatitis C o cirrosis y consultar con un médico ante cualquier síntoma sospechoso. Así podremos cuidar mejor nuestra salud hepática y evitar complicaciones mayores.
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