Durante mucho tiempo, esta teoría fue difundida sin evidencia exacta que la respalde. Conoce en la siguiente nota lo que indica la ciencia al respecto.
Durante largo tiempo hemos escuchado que el espermatozoide más veloz es el que logra fecundar el óvulo y, por consecuencia, da origen a la descendencia en la fertilización humana. No obstante, esta noción no se sustenta bajo el análisis científico. La concepción de una carrera frenética no refleja la complejidad y la dinámica real del proceso de fecundación.
El óvulo desempeña un papel activo y crucial en el proceso de fecundación. A diferencia de la creencia común de que es el espermatozoide el que elige al óvulo, en realidad el proceso es al completamente al revés. Por lo tanto, la velocidad no es el factor determinante; aunque varios millones puedan tener la oportunidad de encontrarse con el óvulo, solo unos pocos son los elegidos.
Es preciso destacar que los espermatozoides no tienen la capacidad de llegar por sí mismos hasta el óvulo debido a su limitada potencia. Su movimiento hacia adelante es relativamente débil; sin embargo, son impulsados en línea recta por las contracciones del útero.
Una vez que un espermatozoide logra penetrar en el óvulo, este se cierra herméticamente para evitar la entrada de otros. Sin embargo, no siempre es el primero en llegar el que logra fecundar con éxito. La zona pelúcida desempeña un papel crucial en este proceso al proteger a la misma de intrusos.
Los espermatozoides debilitan y rompen la membrana pelúcida del óvulo liberando un ácido contenido en su cabeza. Curiosamente, los más veloces tienden a agotarse y morir en el proceso. Así, los primeros cientos se sacrifican para abrir paso a los demás.
El espermatozoide que atraviesa la barrera y fecunda al óvulo lo hace por estar en el lugar adecuado en el momento preciso. Finalmente, el embrión resultante continuará su desarrollo y se implantará en el útero materno para iniciar el embarazo.
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