Pequeños caprichos: Nueva forma de consumir de la generación Z

¿Un brunch con amigas en una cafetería estética? ¿Una vela con forma de nube? ¿Un perfume que huele a vacaciones? Para los más jóvenes de la generación Z, estos detalles no son lujos extravagantes, son placeres cotidianos. Y sobre todo, son una forma de cuidar la salud mental en medio de una rutina acelerada y cada vez más incierta.

Esta tendencia, conocida como “little luxuries”, crece en redes sociales como TikTok, donde los videos muestran desde rituales de skincare hasta cafés con leche servidos en vasos térmicos personalizados. Pequeñas indulgencias que decoran el feed, pero también dan respiro emocional.

Según especialistas, estos gestos tienen efectos positivos: reducen el estrés, refuerzan la autoestima y permiten reconectar con el presente. Vestirse con una prenda que nos gusta, regalarse una galleta artesanal, mirar el atardecer, todo eso cuenta.

Sin embargo, no todo es brillo y calma. Cuando estos caprichos se transforman en rutina obligatoria o consumo impulsivo, pueden aparecer sensaciones de frustración, ansiedad o incluso culpa. El límite entre el autocuidado y la dependencia emocional del consumo puede ser difuso.

En redes, basta un video viral para que un objeto simple se convierta en “el nuevo esencial”. Una lámpara, un anotador, un perfume. Todo es bello. Todo parece imprescindible. Pero detrás de esa estética cuidada, muchas veces hay una búsqueda más profunda: llenar vacíos o evadir el malestar.

Al final, los pequeños caprichos son una pausa. Un recordatorio de que merecemos bienestar. Pero el verdadero lujo —dicen los expertos— quizás no esté en lo que compramos, sino en poder parar, respirar… y no necesitar nada más.

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