Seguidores de la reina de belleza han alzado su voz de protesta a través de las redes sociales.
La situación que rodea a Sheynnis Palacios, la actual Miss Universo de Nicaragua, es un testimonio vívido de las complejidades políticas y personales que a menudo se entrelazan en el escenario global.
La reciente revelación de que la familia de Palacios ha sido exiliada «indefinidamente» de Nicaragua, junto con la alabanza de Anne Jakrajutatip, dueña de la franquicia Miss Universo, hacia la exdirectora de la organización en Nicaragua, Karen Celebertti, desterrada por el gobierno de Daniel Ortega, arroja luz sobre un drama humano en el contexto de la política y la belleza.
En su publicación en las redes sociales, Jakrajutatip no solo elogia las cualidades humanas de Palacios, sino que también enfatiza el «PODER DE MISS UNIVERSO BRAND», sugiriendo el papel significativo que el título y la marca pueden jugar en situaciones de este tipo. Es evidente que el prestigio y la influencia de Miss Universo han servido como un recurso importante para garantizar la seguridad y el bienestar de Palacios y su familia en medio de la adversidad política en Nicaragua.
El hecho de que Palacios sea la primera nicaragüense y centroamericana en ganar el título de Miss Universo agrega un matiz adicional a esta historia. Su ascenso a la corona de Miss Universo en 2023 fue un hito histórico para su país y su región, pero también ha sido acompañado por desafíos únicos, como su exilio forzado y la posterior creación de un certamen de belleza por parte del gobierno de Ortega.
El hecho de que Palacios aún no haya regresado a Nicaragua subraya las tensiones y el peligro percibido que rodean su regreso al país. En cambio, ha optado por visitar otros lugares, como San José, Costa Rica, y Miami, Estados Unidos, donde la diáspora nicaragüense proporciona un sentido de comunidad y apoyo.
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