Si te resulta difícil perder esos kilos demás, es hora de prestar atención a tu rutina nocturna.
Cuando nos proponemos perder peso es usual que nos centremos en los comportamientos diarios, sin tomar en cuenta que lo hacemos antes de acostarnos puede tener un impacto significativo en nuestros cuerpos.
Si te resulta difícil perder esos kilos, es hora de prestar atención a tu rutina nocturna.
Las meriendas nocturnas es una debilidad para muchos. Cuando comes cerca de la hora de dormir, tu cuerpo no tiene suficiente tiempo para quemar esas calorías. Para cambiar ese hábito, es recomendable establecer una hora específica para comer por la noche, idealmente al menos dos horas antes de acostarte. Uso de dispositivos electrónicos en la cama.
Estos dispositivos emiten luz azul, que puede interferir con la producción de melatonina, una hormona que regula el sueño. La mala calidad del sueño provoca desequilibrios hormonales, incluido un aumento de grelina (la hormona del hambre) y una disminución de leptina (la hormona que te indica cuando estás lleno). Este desequilibrio puede dificultar el control del apetito y contribuir al aumento de peso.
Los patrones irregulares del sueño pueden causar estragos en el reloj interno del cuerpo, conocido como ritmo circadiano. Cuando tu ritmo circadiano se interrumpe, puede afectar tu metabolismo y la regulación hormonal.
Las comidas ricas en carbohidratos puede provocar aumento de peso debido a que causan un rápido aumento en los niveles de azúcar en sangre, seguido por una caída, lo que puede desencadenar hambre y antojos por bocadillos dulces más tarde en la noche.
No beber agua durante el día podría provocar deshidratación, que se pueden manifestar en antojos nocturnos. Por ello, es importante mantenerse hidratado.
Cuando no comes durante el día, es probable que sientas hambre intensa por la noche, lo que provoca que comas en exceso. Es importante consumir comidas regulares durante el día para mantener los niveles de energía estable.
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